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Los países menos avanzados emiten menos de una tonelada de CO2 por habitante al año, mientras que los ricos suelen superar las 5 toneladas
por Abel Gil
4 noviembre, 2021
De la misma forma que sucede con las cifras absolutas de emisiones de CO2, no todos los países del mundo registran el mismo volumen de emisiones de dióxido de carbono per cápita. Es decir, en relación a su número de habitantes. El CO2, un compuesto químico que proviene de la quema de combustibles fósiles y de otras actividades como la deforestación de los bosques o la expansión de la ganadería, es uno de los principales gases contaminantes y de efecto invernadero que la actividad humana está emitiendo a la atmósfera.
El rápido aumento de los niveles de CO2 en nuestra atmósfera desde el siglo XIX se debe, principalmente, al empleo del carbón y -algo más tarde- del petróleo como fuentes de energía a gran escala para fábricas y medios de transporte. Desde entonces, la progresiva industrialización y el desarrollo de distintas regiones del planeta no ha hecho sino contribuir a aumentar la acumulación de dióxido de carbono, el principal responsable del cambio climático antropogénico.
El mapa de los emisores de CO2 per cápita muestran esta realidad, con los países menos avanzados emitiendo menos de una tonelada de CO2 por habitante y año, mientras que los ricos suelen superar las cinco toneladas anuales por persona. Aunque hay excepciones, como Francia, que al ser muy dependiente de la producción de energía nuclear emite menos CO2; o como Costa Rica, que ha alcanzado un alto Índice de Desarrollo Humano mediante un modelo de desarrollo sostenible contrapuesto al del resto de países ricos.
Los pequeños Estados productores de hidrocarburos, como Baréin, Brunéi y Kuwait, y los pequeños países insulares con importantes refinerías, como Nueva Caledonia (Francia), Trinidad y Tobago o Curazao (Países Bajos), son algunos de los principales emisores de dióxido de carbono, todos ellos con más de 20 toneladas de CO2 anuales por habitante. A ellos se suma Mongolia, país muy dependiente del carbón. No obstante, el récord lo tiene Catar, que supera las 40 toneladas por habitante y año.
A estos países les siguen estados productores de hidrocarburos más grandes, como Arabia Saudí, Rusia, Canadá o Estados Unidos. También, algunas potencias regionales muy dependientes del carbón o importantes productores del mismo, como Australia. Los sistemas urbanos muy extensos y poco densos del mundo anglosajón, así como los sistemas industriales del mundo postsoviético, resultan espacios especialmente propensos a tener un volumen alto de emisiones de CO2. Esto termina potenciando aún más las cifras de emisiones de países como Canadá, Estados Unidos, Sudáfrica, Australia, Nueva Zelanda, Rusia o Kazajistán, frente a los niveles más bajos que registran países de su entorno o con similar nivel de desarrollo.
Por su parte, China, el mayor emisor de dióxido de carbono del mundo, emite el doble de CO2 que el segundo país más contaminante, Estados Unidos. No obstante, la inmensa población de China reduce la emisión de CO2 por habitante hasta niveles similares a los de Europa occidental.
Las economías ya desarrolladas, conscientes de la amenaza que supone el cambio climático, tratan de que se alcancen compromisos para reducir los niveles de emisión de gases de efecto invernadero, pese a haber alcanzado su desarrollo en gran medida gracias a la emisión de estos residuos contaminantes. Mientras tanto, las economías emergentes, conscientes del menor coste que tiene desarrollarse con el uso de combustibles fósiles frente a energías renovables, son reacias a reducir sus niveles de emisión de CO2, al tiempo que afean a los países desarrollados cambiar las reglas del juego cuando ya no les favorecen.