Tengo gatos, no me queda otra. Una de mis gatas se subió una vez en mi espalda y, por si alguien se lo pregunta, no es agradable tener un gato sobre el hombro mientras usas el baño. Lo hizo una segunda vez porque la dejé entrar pensando que todo gato merece una segunda oportunidad y no he pensado ni en darle la tercera porque dos dedos de frente igual no tengo, pero uno sí.