He jugado cinco horas a Skull & Bones y ahora lo quiero para ayer
Pocas introducciones resultan más épicas que la de plantarte ante un jefe inicial contra el que es casi imposible vencer. Es la forma perfecta de hacerte entender que lo que creías que iba a ser un paseo, en realidad no es tal cosa. En Skull & Bones, además, sirve para demostrarte qué es lo que puedes esperar del juego cuando le dediques el tiempo suficiente. Tras una de esas épicas batallas en las que tu gran barco acaba palideciendo ante una armada invencible que no te da tregua, el juego te devuelve hasta lo más bajo del escalafón para que ahora seas tú, empezando con una simple barquichuela cuya única arma es una simple lanza, el que se gane la fama y fortuna suficientes para volver a conseguir uno de esos barcos gigantes y disfrutar de sus espectaculares cañonazos en alta mar. Cuando quiere, Ubisoft sabe ponernos la miel en los labios.
Sin embargo también es una de esas situaciones en las que es fácil prever qué es lo que se te viene encima, e inevitablemente piensas: ya estamos otra vez con la clásica historia de superación en la que voy a pasarme horas y horas hasta poder conseguir aunque sea un ápice de esa epicidad que acabo de vivir.
La gran sorpresa de Skull & Bones
Pero puede que lo que más me haya sorprendido de las cinco horas en las que he podido probar a fondo Skull & Bones, ha sido su incesante capacidad de romperme completamente los esquemas. No, en realidad no hay que invertir 200 horas para poder volver a tener esa sensación. Y no, no es la única sorpresa que me tenía preparada el juego de Ubisoft para demostrarme que es algo más que un DLC de Black Flag venido arriba.
Sobre esa primera barquichuela aprendes los controles y todo lo básico que rodea a un juego que por momentos parece sentirse muy cómodo con ser una típica campaña de cuidada historia y misiones. Cuando te despistas, sin embargo, no tarda en rendirse a la idea del juego como servicio. Un concepto que, aunque pueda tener su público, para mi gusto probablemente le hace más mal que bien.
Pese a ello puedo adelantar que ha sido una experiencia de lo más gratificante, y que en esas cinco horas que estuve jugando perdí completamente la noción del tiempo. No es broma, en cierto punto vi que el equipo de Ubisoft estaba ya recogiendo los bártulos. No me había enterado ni de que se había acabado la sesión de prueba ni de que el resto de periodistas ya estaban de camino a la cena.
La tremenda enganchada parece certificar que gran parte de los retrasos sufridos estaban destinados a que ese adictivo mecanismo, el bucle que constantemente te tiene completando misiones y mejorando el barco, realmente funcionase.
A mí me ganó tan pronto como, tras explicarme lo básico y llevarme por primera vez a tierra firme, vi que apenas un puñado de misiones eran más que suficientes para empezar a trastear con la creación de nuevos barcos y juguetear con qué armas y accesorios añadir a cada uno de ellos. Como si estuviese en un Call of Duty personalizando mi clase para el siguiente encuentro.
Un shooter tan original como divertido
Creo que, de hecho, pese a ver de primera mano hasta qué punto quiere apoyarse en los cosméticos y en alargar la experiencia más allá de esas 30 horas que podría terminar alargándose la campaña, en la profundidad a la hora de definir cómo va a atacar o defender tu barco es lo que, de lejos, más podemos agradecerle a su espíritu de juego como servicio.
Como imagino que todos damos por hecho ya en qué consiste el bucle del juego (acepta una misión, ve hasta allí, acaba con el barco rival, déjalo a poca vida para poder abordarlo y conseguir más materiales de los que extraerías al destruirlo, sube de nivel, aprovecha lo ganado para comprar esquemas, los materiales conseguidos para construir nuevas armas, mejora tu barco, y vuelve a empezar) creo que lo más reseñable de todo lo jugado en Skull & Bones es precisamente la sorpresa de haberme cruzado no sólo con un shooter divertidísimo, sino también con uno lo bastante original como para ofrecerme la sensación en todo momento de que estoy jugando por primera vez a algo distinto.
La estrategia y profundidad que implica hacer frente a uno de los barcos que, en forma de jefe, quiere ponerte contra las cuerdas, puede terminar oliendo un poco a raid de juego en primera o tercera persona, pero como ya no vas a pie o en coche, aquí la agilidad de tu personaje implica saber leer el viento para entender cómo debes aprovechar la velocidad que te otorga, tanto para esquivar un ataque como para colocarte en el punto ciego de un enemigo mientras él intenta revolverse, o cómo aprovechar las olas para intentar frenar los cañonazos del enemigo, o incluso la gozada que supone aprovechar la cresta de una ola altísima para disparar con uno de tus cañones de largo alcance, como si fueses un maldito francotirador, reventando uno de sus puntos débiles del rival para luego acercarte a gran velocidad y aprovechar tus cañones laterales en modo escopeta para realizar grandes cantidades de daño.
Entiendo hasta qué punto desde fuera es fácil quedarse en un “Piratas del Caribe de Ubisoft” en el que echar un rato con amigos tal y como pensábamos algo similar con Sea of Thieves, pero lo cierto es que no podrían ser dos conceptos más alejados entre sí. Aunque aquí se intenta potenciar la exploración tanto en tierra firme como en alta mar, lo que me han demostrado esas cinco horas de enviciada máxima es que, ante todo, es un shooter tan original como divertido.
Así que pese no ser santo de mi devoción al 100% en todo lo que hace o propone, os aseguro que ese soplo de aire fresco en el género de los tiroteos, que parecía relegado a cuatro ideas básicas de por vida, va a ser más que bien recibido en mi casa cuando Skull & Bones llegue, por fin, el próximo 16 de febrero.
https://www.3djuegos.com/juegos/skull-bones/noticias/primera-gran-sorpresa-skull-bones-ha-sido-enfrentarme-a-jefe-a-dark-souls-no-ha-sido-unica
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