Bailey
La estudiante rubia no puede evitar que le asome una sonrisa algo pícara al rostro cuando ve la forma efusiva en que Marina saluda a su padre. Hm. Algo... ¿interesante, quizá? Bailey ya sabe algo sobre saludos latinos, pero nunca se sabe.
En cualquier caso, Bailey se aparta de la ventana. Ya sabe cómo va a reaccionar Marina a su presencia, y si su padre y ella quieren hablar un poco el uno con el otro, la joven prefiere no arruinar el momento. Alan y Marina se conocían de hace mucho, quizá hasta el punto de ser amigos, y Bailey no quería interrumpirlos sabiendo cómo reaccionaría Marina al verla. En lugar de eso, Bailey decide que será mejor quedarse en su habitación con King hasta que la llamen.
El caso es que hasta que ocurra eso, le cuesta un poco estar del todo tranquila. Tras entrar en su habitación, Bailey cierra la puerta al balcón y se sienta frente a su mesa escritorio, aunque con la silla girada hacia la entrada, mientras sigue mirando el móvil, aunque sin de verdad ver nada. La presencia de Marina en la casa y todo lo que la rodea la inquieta, y le cuesta concentrarse incluso en algo tan vacuo como ir pasando el dedo para la pantalla y ver qué se cuenta la gente por Twitter. Bueno, al menos está cómoda, y tiene a King para distraerla. El perro suelta un ladrido suave desde el borde de la cama, y Bailey, con una sonrisa, mueve la silla con ruedas hasta llegar a ella para acariciarlo. El animal se pone patas arriba, y Bailey le rasca la panza.
La verdad, prefiere estar así, sin pensar en nada...