Unas buenas nalgas de hembra joven, negra y atleta que acaba de terminar un entrenamiento: leves hilos de sudor nacen, descienden y centellean bajo caricias del sol. Cada paso las contonea a la par que bambolea, haciéndonos dar las gracias a la divinidad por la fragilísima confluencia de leyes físicas que permiten su existencia, la gravedad, la geometría, la música de las esferas.