La Federación Italiana urdió una trama para que su atleta ganara una medalla en el salto de longitud de los mundiales de Roma 1987 midiendo mal su último salto
Los mundiales de atletismo nos han regalado muchos momentos hermosos y algunos no tan edificantes, aunque ninguno comparable al escándalo protagonizado por el saltador de longitud Giovanni Evangelisti en la edición de 1987, celebrada en el Olímpico de Roma.
Evangelisti era una de las grandes esperanzas de medalla del equipo italiano, no en balde había sido bronce en los Juegos de Los Angeles 1984, el Mundial Indoor de París 1985 y el Europeo al aire libre de Stuttgart 1986 y en 1987 venía de ganar una plata europea indoor en Liévin (Francia) y otro bronce mundial indoor en Indianapolis.
El problema es que competía con rivales de enorme prestigio, empezando por el mismísimo Carl Lewis y siguiendo por el soviético Robert Emmiyan, campeón continental en ese instante y aún plusmarquista europeo de la especialidad.
Evangelisti empezó con un salto nulo pero en su tercer vuelo alcanzó los 8,19 metros, con lo que iba cuarto en el ecuador del concurso, tras Lewis, Emmiyan y el estadounidense Larry Myricks, que le superaba en cuatro centímetros.
El italiano firmó unos mediocres 7,59 metros en su cuarto intento e hizo nulo en el quinto, mientras que Myricks había encarecido aún más el podio volando hasta los 8,33 en su penúltimo salto. La ansiada medalla se esfumaba...
En aquella época, es preciso recordar que no existía una tabla métrica con la que contrastar visualmente la distancia del salto así que había que confiar en el buen hacer de los jueces. Eso es exactamente lo que pasó con el sexto y último vuelo de Evangelisti, que no parecía ni mucho más tan largo pero que se fue, para sorpresa de todos, hasta los 8,38 metros...
Más de medio metro de diferencia
El italiano había logrado un bronce in extremis pero desde muy pronto surgieron dudas en torno a la medición de su salto, que diferentes medios situaban en torno a los 7.85 según los recursos gráficos de los que se disponía en aquella época.
El entonces presidente de la IAAF (Federación Internacional de Atletismo), el también italiano Primo Nebiolo, hizo todo lo posible por tapar el escándalo y dar validez a lo ocurrido aquel 5 de septiembre de 1987 en el Olímpico de Roma, pero las evidencias eran tan abrumadoras, incluido el revelador testimonio del entrenador Sandro Donati, responsable del sector de velocidad la selección italiana, que confesó el amaño de los jueces, que Evangelisti acabó renunciando a su medalla.
"Me han arruinado mi vida. No tenía paz en ningún momento y no soporto pasar por un ladrón. Precisamente yo, a quien han robado un montón de veces adversarios que son tan limpios como yo", declaró Evangelisti al Corriere Dello Sport a finales de diciembre de 1987.
La situación era tan delicada que el Comité Olímpico Italiano (CONI) abrió una investigación que tardó tres meses en dictaminar que el salto era un fraude y había ocho miembros de la Federación Italiana de Atletismo (FIDAL) implicados en el escándalo, incluido Luciano Barra, secretario general de la FIDAL y mano derecha de Primo Nebiolo.
Un bronce nueve meses después
Larry Myricks tardó nueve meses en recibir su medalla pero antes tuvo tiempo de ajustar cuentas con las personas que le habían intentado robar ese pedacito de gloria: "No tengo nada en contra de Evangelisti. Él fue una víctima al igual que yo. Sabía que algo estaba pasando, no sólo en el salto de Evangelisti sino en muchos otros. Estuve viendo suceder cosas durante toda la competencia. Me alegra verlos admitir que algo se hizo mal. Eso no es consuelo suficiente, pero sí algo de consuelo".
"Si obtengo la medalla ahora, todo estará bien. Pero estar allí en el estadio abarrotado, con toda la gente en casa mirándolo por televisión, es un momento que nunca voy a tener. Evangelisti aprovechó el momento. Esa es una oportunidad para mí que ya no existe", señaló el estadounidense.
Nebiolo, que compaginaba el cargo de presidente de la IAAF con el de presidente de la FIDAL, salió indemne de aquel episodio y de hecho murió en el cargo en 1999 tras sufrir un ataque al corazón. En cuanto a Sandro Donati, el entrenador que había denunciado a la policía italiana lo ocurrido aquel día en el foso de salto... fue despedido de la selección nacional italiana.
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