Escocia, 1831. En una remota isla del archipiélago escocés de las Hébridas, llamada Lewis y Harris, más conocida como isla de Lewis, los violentos vientos árticos que allí soplan la azotan con sus más de sesenta nudos, y sus orillas son bañadas constantemente por olas gigantescas. En ese inhóspito lugar se descubrió ese mismo año un hermoso juego de ajedrez realizado con marfil de morsa.
Este maravilloso ajedrez es un excelente ejemplo de la habilidad de los artesanos que vivieron en el lugar durante la Edad Media, y es un testimonio impagable de sus más que posibles vínculos con los reinos vikingos de Islandia y Escandinavia. Para los investigadores y expertos, lo más intrigante e inquietante de las fabulosas piezas que componen el Ajedrez de la isla Lewis es la increíble expresividad de sus rostros.
Con todo, a día de hoy es muy difícil saber de donde proceden estas figuras que fueron encontradas en el lecho de una pequeña bahía de la isla de Lewis, ya que carecen del contexto arqueológico necesario para establecer su procedencia con exactitud. Pero ¿han conseguido finalmente los expertos establecer alguna teoría plausible para descifrar su origen?
Un increíble hallazgo
Pero comencemos por el principio. Para empezar, existen versiones contradictorias acerca de cómo se descubrió el ajedrez. De acuerdo con la historia más conocida, un campesino local llamado Malcolm MacLeod habría encontrado las piezas enterradas bajo un banco de arena en la bahía de Uig, en la costa oeste de la isla de Lewis.
Aunque otros relatos más fiables, como los del coleccionista escocés Charles Kirkpatrick Sharpe, sugieren que las piezas se hallaron en el interior de un taller situado muy cerca de las ruinas de un antiguo monasterio que habría existido en la región y que recibe el nombre de Taigh nan Cailleachan Dubha (casa de las mujeres negras).
Sin embargo, algunas tradiciones locales cuentan la historia de un barco que tuvo que fondear en la isla de Lewis a finales del siglo XVII debido a un fuerte temporal. En ese momento, mientras la tripulación intentaba mantener el barco a flote, un niño que estaba prisionero en las bodegas del navío logró huir llevando consigo las valiosas piezas de ajedrez ocultas en una bolsa.
Pero al llegar a la playa, cuando ya pensaba que estaba a salvo, el niño fue asesinado por un codicioso pastor que le robó la bolsa sin saber cuál era su contenido. Al darse cuenta de lo que había hecho y para que no verse incriminarado en aquel cruel asesinato, el hombre decidió enterrar la bolsa en la arena de la bahía de Uig.
El misterioso origen
Tras el suceso, pasaron mas de 150 años sin que nadie encontrara el tesoro que el pastor había enterrado. Pero en 1830, un granjero local llamado Malcolm Macleod, que paseaba junto a su vaca por la arena de playa, se dio cuenta que el animal llevaba enganchada una figura en uno de sus cuernos. Intrigado por aquella misteriosa figurilla decidió excavar la zona hasta encontrar la bolsa con el resto de figuras de marfil.
Macleod era presbiteriano y le incomodaba tener en su poder aquellas figuritas que parecían representar obispos católicos, por lo que decidió entregar las piezas a un tal capitán Ryan para que las vendiera por él. La fortuna hizo que el comprador fuera un anticuario de Edimburgo que, finalmente, donó las piezas al Museo Británico de Londres.
En cuanto a su procedencia, a día de hoy, los especialistas tienen claro que las piezas de ajedrez son de origen escandinavo, posiblemente elaboradas en Trondheim, Noruega, en el siglo XII. En aquella época, Trondheim era la capital del reino de Noruega y un importante centro cultural y comercial donde recalaban materias primas de lujo, como el marfil de morsa procedente de Groenlandia.
En lo que respecta a su meticulosa elaboración, los investigadores creen que, al ser el marfil un material tan caro, las delicadas piezas habrían sido encargadas por algún rico mecenas que nunca las habría recibido, ya que durante la travesía que las transportaba a su destino fueron a parar por accidente a la isla de Lewis.
Las mitras son la clave
Las piezas del Ajedrez de Lewis son de estilo románico, el predominante en Europa durante los siglos XI y XII. Sin embargo, la datación de la fecha más probable de su elaboración se basa sobre todo en el diseño de las mitras de los alfiles, que están representados por obispos. Estas figuras llevan unos ropajes que se empezaron a vestir en Europa a partir del año 1150 aproximadamente.
Antes de eso, los sombreros que lucían los obispos estaban formados por dos picos, uno izquierdo y otro derecho. Y alrededor del año 1200, la mitra cambió de nuevo su diseño para ser cada vez más alta, lo que difiere de la de los obispos identificados como alfiles en el Ajedrez de Lewis. Es por este motivo que los investigadores creen que las piezas habrían sido elaboradas entre los años 1150 y 1200.
Las piezas del Ajedrez de Lewis tienen una altura de entre 4 y 10 centímetros y se dividen en grupos de ocho reyes, ocho damas, dieciséis alfiles, quince caballos, dieciséis guerreros (en lugar de las torres) y diecinueve peones, lo que suma un total de 78 piezas que constituyen cuatro juegos incompletos.
Los reyes visten una túnica y portan una corona, y excepto dos, lucen barba, están sentados, sujetan sobre las rodillas una espada envainada y muestran una curiosa mirada llena de perplejidad. Las damas también están sentadas sobre un trono, llevan coronas y un velo que les cubre los hombros. Todas ellas sujetan el brazo derecho con el izquierdo, apoyan la mano derecha en la mejilla y muestran una expresión que ha dado mucho de que hablar a los investigadores.
Por su parte, como hemos visto, los alfiles representan a obispos que visten casullas y mitras y sujetan un báculo. De los dieciséis, siete están sentados, unos sostiene el báculo con una mano y otros con ambas, uno sujeta un libro, mientras que otro parece estar otorgando una bendición.
En cuanto a los caballos, que son desproporcionadamente pequeños, llevan a su grupa jinetes armados con lanza, espada y un escudo, lucen barba y cascos cónicos con protector para la nariz y cada uno de ellos está decorado con motivos heráldicos distintos. Por su parte, las torres están representadas por guerreros a pie protegidos por un escudo y que blanden una espada en la mano.
Anécdotas y gran pantalla
Como no podía ser de otra manera, las anécdotas que rodean al Ajedrez de Lewis son incontables. Una de ellas tiene como protagonista a una familia escocesa que, en 1964, descubrió que en el cajón de la cocina de su casa había una extraña figurilla que el abuelo compró a un anticuario por una cifra irrisoria y que el tiempo se había encargado de teñir de un tono marrón oscuro. De vez en cuando, la familia sacaba la figura del cajón (se trataba de un guardián, también conocido como torre) para contemplarla, y después la volvía a guardar.
Fascinada con la figurilla, la familia decidió mostrarla a Alexander Kader, un perito tasador de la casa de subastas Sotheby's, que enseguida se percató del gran valor de la pieza, aunque tuvo que contener su emoción durante los seis meses que le llevó autenticar su procedencia. Finalmente, la famosa casa de subastas confirmó que el "guardián" pertenecía al antiguo ajedrez descubierto en la isla de Lewis.
El maravilloso Ajedrez de la isla de Lewis también dio el salto a la gran pantalla cuando apareció en la primera película de la saga de Harry Potter, Harry Potter y la piedra filosofal. Los fervientes seguidores de este personaje, creado por la escritora británica JK Rowling, seguro que recuerdan la escena en la que mientras Harry y Ron aguardan la celebración del banquete de Navidad pasan el tiempo jugando al ajedrez, pero no es un ajedrez cualquiera, es un ajedrez mágico, cuyas piezas, inspiradas en el de la isla de Lewis, se mueven solas…
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