Voy a romper una lanza a favor de los gatos, sí, yo.
El viernes fui a casa de un colega que tiene uno y, no sé porqué, quizás porque olía a mi perro o algo así, el tío no se separó de mí; no me arañaba, no me mordía, ni si quiera quería jugar... Parecía que simplemente quería estar a mi lado.
Y yo de un gato siempre voy a pensar mal, así que llegué a pensar que la razón por la que no se separaba de mí era para tenerme vigilado, como era alguien extraño, para que no hiciera nada malo a su dueño o a su hogar sin que él no pudiera intervenir rápido, pero cuando se lo comenté a mi colega me dijo que cuando viene un extraño y no le gusta ese extraño el gato simplemente desaparece, o suda de él, no está con esa persona, que si estaba conmigo era porque le caía bien.
Incluso cuando fui a acariciarlo mi colega me advirtió que si quería que lo hiciera, pero que tuviera cuidado porque con extraños a veces se rebotaba, que no tenía porqué llegar a arañar ni nada, pero sí que volverse arisco, y conmigo no, el tío se dejaba acariciar tanto como mi perro, que ya es decir, así que supongo que eso acababa de confirmar que sí que le caí bien.
Siguen sin gustarme los gatos, pero al menos por primera vez en mi vida, o al menos desde hace años, estuve cómodo al lado de uno, y hubo uno que al menos me cayó bien, que en mí ya es mucho decir, pensaba que sería una especie entera sin redención posible pero no, al menos por un miembro de esa especie un poco de redención hay.