Halloween se asocia entre otras cosas con las bromas o travesuras, que a veces pueden ser de mal gusto pero generalmente siguen siendo inofensivas. Sin embargo la víspera anterior, el 30 de octubre, es conocida como la Noche de las Travesuras en el Reino Unido, Estados Unidos y Canadá, y el carácter de las bromas en ocasiones raya lo delictivo.
Esta tradición, que comenzó como una noche en la que a los niños y adolescentes se les permitía desquitarse de formas un poco molestas, derivó en algo mucho más grave durante los años de la Gran Depresión y, en diversos momentos del siglo XX, se convirtió en un grave problema de seguridad pública que le valió un nombre mucho más serio: la Noche del Diablo.
El origen de la Noche de las Travesuras
La tradición original, llamada Noche de las Travesuras, parece haberse originado en Inglaterra a finales del sigo XVI. En aquel entonces se refería a la víspera del 1 de mayo: en ese mes se celebraban por toda Europa fiestas que celebraban el punto álgido de la primavera, cuya fecha variaba según el país.
La noche anterior a las fiestas se permitía a los niños excederse un poco en su comportamiento y gastar pequeñas bromas. Hay que decir que estos a menudo se pasaban de la raya con dichas libertades y realizaban trastadas de mal gusto o cuanto menos molestas, pero por lo general inocentes, ya que no era una época en la que uno quisiera tentar demasiado a la suerte buscándose problemas con los vecinos.
En algún momento esta tradición se movió al 30 de octubre o al 4 de noviembre, según el lugar. Las razones no están claras, pero parece lógico imaginar que el cambio se debiera a que el carácter de esta tradición casa bastante con el espíritu de Halloween, cuando según la tradición celta los espíritus llegaban al mundo de los vivos y no siempre con intenciones amigables. A finales del siglo XVIII, el 30 de octubre era ya la fecha más habitual.
La tradición, como tantas otras, fue exportada a Estados Unidos y Canadá por los inmigrantes británicos e irlandeses, y ahí es donde las cosas empezaron a descontrolarse. Envalentonados por un clima de permisividad, los niños y adolescentes empezaron a llevar las bromas más y más lejos, lanzando huevos contra las fachadas o empapelando edificios enteros. Estas bromas pesadas eran más comunes en las grandes ciudades, ya que en pequeñas comunidades la gente se conocía y una broma mal medida podía traer problemas.
Cómo una tradición se convirtió en un grave problema de seguridad
Pero fue durante la Gran Depresión, durante los años 30 del siglo XX, cuando la cosa empezó a ponerse fea de verdad: las bromas derivaron en actos de vandalismo que se convirtieron en un grave problema de seguridad pública. El clima de desesperación hizo que algunos vieran en esta noche – y en otras – una vía de escape para desahogar su frustración. Y en los años 80, en algunas grandes ciudades como Detroit y Nueva York, se descontroló completamente.
En aquella década, la tasa creciente de desempleo en las grandes ciudades hizo que muchos locales quedasen vacíos. Entonces, la gente que se había quedado sin trabajo convirtió estos edificios en el blanco de su ira y empezaron a provocar incendios. Esto ponía en peligro a mucha gente, ya que se extendían rápidamente y, además, en algunos de estos locales había productos inflamables o explosivos.
Ya no se hablaba solamente de vandalismo, sino de un grave problema de seguridad pública: en 1984, los bomberos de Detroit apagaron más de 800 incendios, que es el número más alto registrado en la historia de la ciudad. Tan serio se volvió el problema, que la Noche de las Travesuras fue rebautizada con un siniestro nombre mucho más acorde a la realidad del momento: la Noche del Diablo.
Las autoridades tomaron medidas drásticas para intentar atajar el problema: a partir de 1986 se decretó un toque de queda, vigente desde el 29 de octubre hasta el 1 de noviembre, que prohibía a los menores de 18 años estar en la calle después de las 10 de la noche, a menos que estuvieran acompañados por adultos.
Desde 1995, se formaron cuadrillas de voluntarios en los vecindarios para patrullar durante la noche y alertar a las autoridades de cualquier actividad sospechosa. También vigilaban los locales abandonados y, en caso de incendio, actuaban para contener el fuego hasta que llegaran los bomberos, evitando que se propagase a otros edificios.
Esta campaña fue conocida como la "Noche de los Ángeles" y estuvo vigente oficialmente hasta 2017. Aunque las actividades vandálicas no han desaparecido del todo desde entonces, cada año el número de incidentes registrados es menor.
https://historia.nationalgeographic.com.es/a/noche-diablo-cuando-tradicion-se-convirtio-problema-seguridad-publica_22413