Estaba yo en el hindú, porque mi hijo tiene que hacer un trabajo sobre la India para el colegio y pensamos que repasar un poco su gastronomía iría bien, cuando veo que tienen un cuadro enorme de una mujer muy guapa con un traje típico indio, morena de pelo, pero muy blanca de piel y con un aspecto extrañamente occidental.
El cuadro en cuestión:
Hacemos una búsqueda en Google imágenes y...
Ana Delgado Briones vio la luz primera en Málaga el 8 de febrero de 1890, donde sus padres, Ángel Delgado de los Cobos y Candelaria Briones, se ganaban la vida con El café de la Castaña. Por recomendación del poeta Arturo Reyes, entre 1900 y 1905 tomó clases de declamación (necesarias, entre otras cosas, porque padecía una leve tartamudez) con José Ruiz Borrego, pero tuvo que suspenderlas debido a la situación económica de la familia, que aconsejó que emigrara a Madrid, donde Anita, junto a su hermana, formaría dúo artístico bajo el nombre de Las camelias, en el café cantante Central-Kursaal, que contaba con clientes de la intelectualidad bohemia como Valle Inclán, el dibujante Leandro Oroz, Julio Romero de Torres o Ricardo Baroja.
Por aquellas fechas (1905), Alfonso XIII, en gira por Europa para buscar novia, viajó a Londres, donde su amigo Nando Peñaranda, hermano del XVII duque de Alba, le presentó a un exótico jugador de polo, quien aún era conocido como S.A. el rajá de Kapurthala (el título superior de maharaja sólo se lo concedieron los británicos en 1911). Tanto congeniaron nuestro monarca y el rajá que éste fue invitado al año siguiente a asistir en Madrid a la boda del Rey con la Princesa Ena de Battenberg.
Como turista amante de los placeres de la vida, el Príncipe indio, de 34 años de edad, acudió al Central-Kursaal, donde no pudo evitar sentirse atraído por el encanto de los dieciséis años recién cumplidos de Anita Delgado, pero la joven rechazó las ofertas de sostener efímeros encuentros con él y, ante su resistencia, Jagatjit Singh instaló a toda la familia Delgado en París para educar a la protagonista de esta singular aventura, haciéndola su esposa por matrimonio civil contraído en la capital del Sena.
En 1962, al recordar la folletinesca trama de su matrimonio, alguna nota de prensa señaló que el matrimonio de París se había celebrado por el ritual católico, pero ello no es cierto. La ceremonia religiosa de rito sij, en 1908, en Kapurthala, revistió la pompa de las fastuosas cortes indias del momento, pero la vida de Ana en la India, pasados los momentos iniciales del capricho principesco, estuvo muy lejos de ser un cuento de las Mil y Una Noches. Entre los obstáculos que se interponían en el camino de la felicidad de la española destacaba el hecho de que siendo cristiana hubiese contraído matrimonio al margen de la Iglesia con un infiel, lo que las damas extranjeras de la puritana colonia británica en la India eduardina criticaban abiertamente. No olvidemos que la Reina Victoria Eugenia, en esas fechas, fue terriblemente censurada por la sociedad anglicana por haber abrazado el catolicismo para casarse con el soberano español.
Aunque Anita tuvo un hijo, Maharajkumar Ajit Singh, la pareja se separó, y ella repartió su vida entre París y Madrid, con frecuentes viajes a otros diversos puntos. Las dos contiendas mundiales le provocaron numerosos problemas pues, aunque su patria de origen fuera España, que se mantuvo neutral, su documentación de identidad internacional era del Imperio británico.
Cuando, en octubre de 1928, el maharajá visitó España,
fue agasajado espléndidamente por su antiguo amigo el Rey Alfonso, que le condecoró con la Gran Cruz de la Orden de Carlos III, mientras que a su hijo le otorgó la de la recientemente creada Orden del Mérito Civil, cuyas insignias lucen en la fotografía para la que posaron con el marqués de Viana y otros personajes de la Corte con ocasión del banquete celebrado en su honor en el regio alcázar madrileño, pero la raní no estaba con ellos.
Poco después de finalizar la II Guerra Mundial, en 1949, falleció el Maharaja, y, aunque separada de él desde hacía años, Anita fue recibida como su viuda en el Palacio de El Pardo por el Caudillo, que quiso expresarle personalmente su pésame.
El resto de su vida transcurrió con suma discreción, salvo algunas controversias referentes a la publicación de unos textos en la prensa que pasaban por sus memorias. Sus días finalizaron en Madrid, el 7 de julio de 1962, y su hijo único la sobreviviría hasta 1982, cuando murió en Nueva Delhi, a los setenta y cinco años de edad.
Durante el invierno de 2007, el recuerdo de los fastos de Kapurthala se reavivó con la subasta en la sala Christie´s, de Londres, de algunas de sus extraordinarias joyas, valoradas en más de 200.000 euros.
Copiado parcial y vilmente del blog:
https://blogdeheraldica.blogspot.com/2012/03/brillante-aportacion-academica.html?m=1
Vaya, resulta que en este hindú, al que llevamos ya algunos años yendo, han querido hacernos un guiño en homenaje a una reina española en la India y nosotros, ignorantes, sin habernos dado cuenta hasta ahora.