POSADA, POR LA MAÑANA
Bailey se deja del desayuno toda la carne posible. Sabe que a King le darán de comer, mayormente porque técnicamente es una montura y eso va incluido (hasta donde ella sabía), pero Bailey dejaría de ser Bailey el día que no mimara a King un poco. Ese pensamiento hace que las lágrimas se le detengan por un momento, lo suficiente para mirar abajo cuando oye un gimoteo.
Esclavo está ahí, tratando de llamar su atención. Claro, María podía haberla olvidado, pero paradójicamente, Esclavo no. Ella aprecia el consuelo que éste intenta darle, y lo acaricia con agradecimiento. "Tú al menos no me olvidarás, ¿verdad, Esclavo?"
Al poco, María se acerca, buscando a su animal. "Perdona si mi perro te molesta. Es muy raro que se vaya sólo. Está muy bien entrenado, ¿Sabes? Mm... ¿Eres Bailey, de antes?"
La joven rubia se queda mirando a su amiga... bueno, a la chica latina. ¿Seguía siendo su amiga? ¿Existía la amistad unilateral?
¿Podía Bailey seguir siendo amiga de María cuando ésta no la reconocía siquiera?
¿Quería seguir siendo su amiga?
"Hola. Sí, soy yo..." Bailey contesta, sintiendo un profundo desazón pero tratando de evitar que se le note. Por supuesto que Bailey quería saber quién era responsable de todo esto, ¿pero tenía sentido hacer eso y buscarse más dolor? "... tu Esclavo es un buen chico."
"¿Has visto la peli de Cincuenta primeras citas, Bailey?" Rachel pasa de cerca, antes de marcharse, habiendo dejado ese comentario en el aire. ¿Cincuenta primeras citas? ¿Una de las grandes obras del maestro Adam Sandler? Sí, Bailey la había visto, y el parecido con esta situación era obvio. Obvio e inspirador. La joven suspira, se quita bien las lágrimas de los ojos, y sonríe a María. Le duele verla así, pero aunque en su fuero interno aún se debate entre seguir a su lado o darla por perdida totalmente... su conciencia le dice que algo que no podría hacer nunca es abandonar a María.
"¿Has desayunado ya, no?"
DAGGERFORD, POR LA TARDE
Bailey no estaba deprimida, pero el cielo en su mente estaba algo encapotado cuando se encuentra con la tabaxi.
No es que Bailey tuviera ni puñetera idea de qué es eso, pero una chica gato a estas alturas le parece algo más cómico e interesante que otra cosa. Que un troll gigante, por ejemplo. Puestos a elegir, definitivamente se quedaba con la tal Kitty. Al desconcierto inicial le sigue una actitud de de perdidos al río, y con una sonrisa bastante menos forzada de lo que pudiera parecer, Bailey alarga una mano hacia la tabaxi. "De acuerdo, amigas. Pero te adelanto que no tengo un penique encima, y que no sé manejar la espada ésta, así que si pretendes llevarme a algún callejón a que me atraquen, seré un peligro para todos, incluyéndome a mí misma."