Un día como hoy, hace 20 años, Madrid amanecía sobrecogida. Durante la noche del 12 de febrero del 2005 un incendio había comenzado a devorar la torre Windsor. Las llamas tardaron más de 12 horas en estar bajo control. Para entonces, el que era el octavo edificio más alto de la capital, con 106 metros de altura y 31 plantas, lucía calcinado casi en su totalidad, exhibiendo su desnudo esqueleto de hormigón.
"Si hablamos de edificios, éste es sin duda el siniestro más imponente que ha habido en Madrid. Ha habido otros también muy complejos, como el convoy del Metro que se incendió en la estación de Cruz del Rayo [en 1990], pero el más llamativo ha sido el Windsor", evoca Rafa Ferrándiz, actual jefe del Cuerpo de Bomberos del Ayuntamiento capitalino y que, aquel 2005, fue de los profesionales que acudieron a sofocar el fuego de Azca, que agrega: "Respecto al riesgo, también diría que éste ha sido el más heavy".
Los análisis de los días posteriores al suceso determinaron que había que demoler. El estado de la estructura era "bastante inestable" y existía un "riesgo alto" de derrumbe.
Por entonces ya comenzaban a escucharse voces que especulaban con una posible intencionalidad respecto al origen de las llamas. Hipótesis alimentadas con dos sombras filmadas por una videoaficionada -cuando se suponía que ya no había nadie en el edificio- y que abrieron más de un telediario.
El informe pericial de la Policía Científica valoró que aquellas imágenes "no son falsas". Es decir, el vídeo no había sido manipulado, pero no dejaban claro si aquellos contornos correspondían a seres humanos o no. Por su parte, los Bomberos del Ayuntamiento elaboraron su propio informe en el que se aseguraba que aquellas siluetas podrían ser producto de un reflejo. Lo que se negó en todo momento es que fueran bomberos.
También ayudó a dar un halo mayor de misterio el descubrimiento de un candado forzado y un butrón realizado en el garaje del edificio. Respecto a lo primero, los Bomberos reconocieron haber sido ellos quienes rompieron el cierre del mecanismo. Pero jamás se supo quién llevó a cabo el agujero en la pared del parking. Según los informes, era pequeño y "difícilmente pasaría una persona delgada" por él, pero se buscaron huellas dactilares y no se encontró ninguna.
A partir de ese momento todos los focos recayeron sobre una empleada de la consultora Deloitte que había fumado en un despacho de la misma planta donde se originaron las llamas. Pero acabó siendo exculpada por la Justicia una vez que se demostró que "apagó correctamente los cigarrillos". Asimismo, los peritos y la Policía Científica descartaron la utilización de aceleradores (gasolina...) en sus evaluaciones.
Finalmente se acordó el archivo de la causa porque no se apreció responsabilidad penal alguna. Un lance meramente "accidental" al que algunas personas quieren darle una vuelta de tuerca más. Este pasado enero se estrenó un documental en el que el ladrón Jon Imanol Sapieha Candela, apodado El Sapo, confesaba ser el autor del incendio de la torre Windsor. "Me llamaron unas dos semanas antes y me dijeron que tenía que ser algo rápido. Hicimos vigilancia del edificio, sabíamos el sistema de rondas que tenían los guardias de seguridad por la noche y sabíamos cómo por dentro... En total, éramos cinco personas", manifestaba.
Para el actual jefe de Bomberos del Ayuntamiento de Madrid, "el misterio es muy bonito". "¿A quién no le apetece ver películas o leer novelas de misterio? Es encantador. Pero en la vida real los misterios los resuelve el juez correspondiente. Tenemos que creer en los magistrados porque son ellos los que hacen las investigaciones".
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