Libro de las Cenizas, capítulo primero:
1 En el principio no había más que oscuridad, y el mundo estaba desordenado y vacío; y una niebla cubría las profundidades.
2 Y he aquí, que no había luz, ni calor, ni forma; sólo gigantes árboles de raíces eternas, y dragones inmortales que moraban en el silencio sin fin.
3 Mas entonces, del seno de la tierra surgió el fuego, y con el fuego vino la diferencia: el calor y el frío, la vida y la muerte, y por fin... la luz y la oscuridad.
4 Y del fuego salieron almas poderosas, y muchos fueron los que las hallaron.
5 Nito, el primero de los muertos, tomó su lugar en el silencio de las tumbas;
6 La Bruja de Izalith, con sus hijas del caos, tejió hechizos de fuego que ardieron como el juicio del Altísimo;
7 Gwyn, Señor de la Luz Solar, blandió su lanza flamígera contra los antiguos señores;
8 Y el traidor furtivo, que se oculta en las sombras, los acompañó, su nombre borrado del libro de la memoria.
9 Entonces, con sus almas ardientes y su poder divino, los señores se alzaron contra los dragones eternos.
10 Con relámpagos como espadas, Gwyn rompió sus escamas de piedra;
11 Y Nito esparció pestilencia y muerte entre sus filas;
12 Y la Bruja consumió con llamas los cielos mismos.
13 Así los dragones cayeron, y comenzó la Edad del Fuego.
14 Mas el fuego, como todo lo terrenal, comenzó a apagarse.
15 Y cuando la llama mengua, la oscuridad se levanta.
16 Se ven ahora los signos de una maldición impía: los muertos que caminan sin propósito, marcados por la señal oscura.
17 Y en este tiempo de ruina y desesperanza, vendrá uno, un no-muerto, destinado por profecía a heredar las cenizas.
18 A este alma errante se le dará una prueba: cruzar tierras desoladas, enfrentarse a señores olvidados, y decidir si la llama ha de renacer… o si la noche eterna ha de caer.