Su última temporada ha sido tan, pero tan bochornosa, que desgraciadamente va a manchar su recuerdo, pero siempre fue un buen jugador de fondo de armario, superprofesional, con cojones para asumir responsabilidades cuando otros se cagaban, y lo suficientemente inteligente para, a diferencia de otros, saber reconvertirse en un suplente solvente de Carvajal estirando su carrera en el Madrid.
Las calles siempre recordarán esa pelotita girando sobre su índice en Milán.