Un empresario americano muy ocupado y exitoso estaba de vacaciones en un pequeño pueblo costero de México. Observó a un pescador local que regresaba a puerto con su pequeña barca, llevando consigo unos pocos atunes.
El empresario, viendo el éxito del pescador, le preguntó: —¿Por qué no te quedas más tiempo en el mar y pescas más pescado?
El pescador, encogiéndose de hombros, respondió: —Con lo que pesco es suficiente para mantener a mi familia y tener tiempo para descansar, jugar con mis hijos y disfrutar de la siesta con mi esposa. Por las tardes voy al pueblo a tomar algo con mis amigos y toco la guitarra. Llevo una vida plena.
El empresario, un poco exasperado, le explicó con un tono de superioridad: —Mira, yo tengo un MBA y puedo decirte cómo mejorar esto. Deberías pescar más horas. Con el dinero extra, podrías comprar un barco más grande, y con un barco más grande, pescarías más. Con ese dinero, podrías comprar varios barcos, crear una flota. Luego, podrías abrir tu propia procesadora de pescado, vender directamente al mercado, controlar la distribución... Y al final, podrías mudarte a una gran ciudad, abrir tu oficina, cotizar en bolsa y hacerte millonario.
El pescador, que lo escuchaba atentamente, preguntó con curiosidad: —Y después de todo eso, ¿qué haría?
El empresario, sonriendo triunfalmente, respondió: —Pues entonces podrías retirarte, mudarte a un pequeño pueblo costero, y así podrías pescar un poco, dormir la siesta, jugar con tus nietos, y por las tardes ir al pueblo a tomar algo con tus amigos y tocar la guitarra.
El pescador se quedó mirando al empresario y le dijo: —Pero si eso es precisamente lo que ya hago.