A mí no me gustaba el café, aunque curiosamente siempre me ha gustado su aroma. Recuerdo de pequeño cuando en casa se molía café y se manipulaban los granos enteros, y en ocasiones lo molía yo y me gustaba su olor. Después por comodidad ya se pasó al café molido, y me seguía gustando el olor, cuando abrían la bolsa y lo ponían en la cafetera. También me gustaba cuando se estaba haciendo y ya después servido, el aroma del humo calentito.
Pero no me gustaba su sabor, no podía con él, ni en tiramisú ni en otras presentaciones. Fue así durante gran parte de mi vida hasta hace unos años, cuando estaba viviendo con mi ex. Compramos una Nespresso de cápsulas, principalmente para ella. Y qué maravilla, cada cápsula tenía un aroma diferente. Y un día, me decidí a probarlo. Con un poco de leche y sin azúcar. Me gustó y me descubrió un nuevo mundo de sensaciones y sabores. Aparte de la sensación de estar más despierto y espabilado.
A pesar de ello, tampoco tomaba cafés todos los días, si no más bien de vez en cuando y al ir a alguna cafetería a tomar algo. Desde que dejé mi relación y vivo solo, no tengo ningún tipo de cafetera, y tomaba de una forma mucho más espaciada.
El domingo pasado hice una ruta, y tras la caminata fuimos a merendar. Tras más de un año sin tomar café, pues me animé a tomarme uno. Qué bueno estaba y qué sensaciones. Te echaba de menos, viejo amigo.
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