Yo cuando era pequeño e íbamos de vacaciones por ahí me cansaba mucho andando y cuando veía un banco era como encontrar un oasis en el desierto, hasta gritaba ¡un banco! Después de horas dando vueltas por la ciudad, poder sentarse y descansar los pies era gloria.
O comerse un helado en verano en un banco a la sombra de un árbol.