Esta generación me está maravillando. Quizá la mayor virtud que estoy encontrando es la de mantener una calidad visual tan alta en mundos abiertos y escenarios amplios. Alomejor es que el SSD permite la transferencia rápida de assets de calidad dejando como límite la capacidad de renderizado la gráfica.
Hogwarts Legacy me deja roto a cada rato porque es una auténtica delicia.
Tiene algo este juego. No solo es que mantiene un nivel gráfico muy alto combinado con un extraordinario estilo artístico profundamente harrypotesiano, de cuento, piedra y caldero. Creo que sus artistas e ingenieros deben haber estudiado muy bien el color porque como se ve el juego en una tele OLED es una experiencia única en mis casi 35 años como videojugador. La noche nevada con una iluminación tan bella y delicada en el imponente castillo es casi ya una necesidad vital para mi.
Solo recuerdo otra experiencia de este estilo. Fue cuando cambié mi tele de 720p por una 1080 y jugué al Shadow of Mordor. Los tios que hicieron ese juego estudiaron bien la teoría del color.
Este modo equilibrado de 40 frames por segundo y alta fidelidad es un punto muy dulce para el que quiere rendimiento sin perder fidelidad hasta que llega esa revisión de mitad de generación como la Play Pro.
Hemos acabado con uno de los mayores enemigos del videojuego, el aliasing. Ojalá pronto podamos hacer lo mismo con el popin, es de los pocos fallos que aun emborronan en conjunto.
Con Final Fantasy 16 me sucedió algo parecido al Hogwarts. Lamentablemente fallaba como juego, pero encontré numerosas estampas que detenerme a contemplar. Una pena que no salgan tantos juegos con este nivel visual como desearía, pero también es entendible, muy pocos estudios disponen de los medios y sobretodo del tiempo para llevar a cabo algo parecido a Hogwarts Legacy.