Merricat se despierta con la aurora y baja las escaleras en silencio, mezclándose con el resto de la compañía. Su mera presencia irradia un cálido resplandor, incluso en los momentos de absoluto silencio, su atmósfera delata un interés por los demás, por sus vidas... La reunión de ayer la dejó exhausta, pues su corazón anhelaba ayudar a la desafortunada gente del bosque, una causa que seguramente carecía del interés del resto de la compañía. Sin embargo, Erd insistía en aceptar el encargo del conde y avanzar en esa dirección. El pragmatismo no iba con ella.
Existía cierta rivalidad con Victor y su gente. Erd y su fiel lugarteniente, el semidrow Khazar, estaban decididos a superarlos y convertir a su grupo en el abanderado de la compañía. Pero para Merricat, esas rivalidades carecían de significado real en el gran esquema de las cosas. Los muertos seguirían descansando, los vivos continuarían su lucha diaria y las injusticias pervivirían en el mundo.
Ya en el comedor observa a Miela mientras desayuna, resistiendo el impulso de unirse a ella. A pesar de que para muchos la presencia de la extranjera podía resultar inquietante, algo en su forma de comportarse, en su deseo de mantener su espacio, le atraía. ¿Quizás percibía que Miela también estaba rota, al igual que ella? ¿Buscan las piezas de un rompecabezas encontrar un encaje natural entre ellas?
Y luego estaba el troll. Merricat sentía que él la temía. Sabía que los trolls tenían un profundo respeto por el fuego, a menudo incluso miedo. Era comprensible que esa imponente criatura se mantuviera cauta, alejada de su espíritu ardiente, pero Merricat no se daba por vencida. Necesitaba la confianza de sus compañeros y que ellos confiaran en ella. Después de todo, su fuerza residía en la distancia, en su habilidad para enfrentar los desafíos desde lejos, todo lo contrario a expertos en la primera línea como Grunt o Traki. La simbiosis entre hechiceros y guerreros era esencial.
"Esto es como el juego de 'piedra, papel, tijera', Grunt", le dice con una sonrisa al escuchar que el enorme troll sigue aferrándose a su fortaleza física para erigirse en líder del grupo.
"Tú eres el más fuerte de todos con tus músculos, pero Erd destaca con su astucia, Ayn con su destreza con el arco (o jugando a los dardos). En cuanto a mí, bueno, ya sabes lo que soy capaz de hacer si me dejas un poco de espacio", añade con una sonrisa traviesa, tratando de que comprenda su punto de vista y, al mismo tiempo, le reste importancia a sus propias fortalezas y valore al grupo como a un todo.
"Todos somos más fuertes y más débiles que otros miembros del grupo. Al fin y al cabo, la vida es una serie de batallas, compañero, y cada una de ellas es distinta a la anterior", añade en un tono amable, rozando con su pálida y menuda mano el brazo de su compañero.
"Un líder libra las suyas en su mente y en eso Erd es el mejor entre nosotros. Primus inter pares, Grunt, recuerda esa frase", concluye cruzando sus manos sobre el pecho en un gesto de respeto.
"Si nos mantiene con vida, deberíamos seguir confiando en su liderazgo", termina diciendo.