La araña descomunal al otro lado de la habitación necesitaría su atención más adelante, pero confiando en que el troll, el drow y el enano puedan aguantar la embestida, al menos por un breve lapso, decide dirigir su atención a la esquina opuesta. La verdadera urgencia, ahora, radicaba en salvaguardar a Erdwan y Miela de convertirse en merienda para arañas. Con agilidad, Merricat desliza sus pies sobre las tablas de madera antigua, tomando con destreza una pluma de Fénix* de su cinto. Con una mano apunta a Erdwan, mientras sus ojos se encuentran con los de Rati.
"¡Maestro, asegúrese de que Erd esté a salvo!", pide con firmeza. Sin perder tiempo, une sus manos, la pluma centelleante entre ellas, y las extiende hacia su compañera en apuros, pronunciando con convicción: "¡Ignis protegit!"
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