Hoy he tenido una escena animesca a orillas del Kamogawa. Este mes estoy de baja por motivos que no vienen al caso, total, que he quedado con mi socia para vernos la cara, almorzar juntos y hablar un poco de lo divino y de lo humano, siendo esto último trabajo.
Todo muy normal hasta que salimos del restaurante, en Kitayama, al norte de la ciudad, y decidimos que caminaremos los tres o cuatro kilómetros hasta el centro siguiendo el río.
Pues eso que vamos paseando bajando por la orilla, cerezos en flor, patitos nadando, alguna garza tramando algo cual película de Ghibli...
El caso es que mi compañera iba comiéndose un dulce de chocolate que había comprado en una tienda que había visto en una revista hasta que un milano ha aparecido de la nada, le ha agarrado el dulce de marras y ha salido volando hasta un árbol cercano, donde ha empezado a comérselo junto a otro compinche plumífero.
La cara de tonta que le ha quedado y mi risotada permancerán en el recuerdo, como este aviso: los que visitéis Kyoto no comáis paseando a orillas del Kamogawa. Los milanos son legión y acechan a cualquier desgraciado que camine feliciano sandwich en mano.
Esta foto de regalo, ya en el puente de Shijo.