Isolee Es posible que no haya habido otra época mejor para nacer en un país desarrollado, aunque sólo sea por los avances de la ciencia. Aunque no tengo muy claro si aquellos nacidos a finales de los cincuenta vivieron (y viven) peor o mejor que nosotros. Teniendo en cuenta que dudo que vaya a tener nunca una pensión al jubilarme, quizá sí me incline a pensar que mis padres habrán vivido mejor que yo.
Y por supuesto que el esfuerzo da igual si no viene con resultados tangibles. Mi crítica es, justamente, en señalar que no vale la pena esforzarse porque las posibilidades de obtener resultados tangibles son estadísticamente despreciables. ¿En qué estadísticas me apoyo? Evidentemente, en las que me salen del hoyo (sí, lo sé, la rima está ahí forzada). Pero sí, me subjetiva impresión es que no vale la pena si, o bien no tienes un padrino por ahí, o bien no lo haces en campos específicamente concretos. No te esfuerces en ciencia, ni en humanidades, ni currando en dos sitios diferentes o haciéndote autónomo. No lo hagas porque, lo más probable, es que acabes quemado con un sueldo que podría parecer decente pero que actualmente no sirve de nada para vivir cómodamente (vivienda, inflación, combustibles, impuestos, etc...).
A mí el sistema, que ya de por sí nunca me gustó especialmente, me quemó. Me estrujé durante demasiados años, dándolo todo, trabajando hasta las tantas, sin días libres, perdiendo oportunidades sociales y familiares, por falsas promesas de recompensas futuras. Y todo ello haciéndolo con equilibrios financieros que ni en el Cirque du Soleil. ¿Para qué todo eso? Todos mis compañeros del laboratorio igual, que no sólo soy yo. Y los que aguantaron más tiempo, dándole las gracias a San Alprazolán.
Así que nada, si total voy a vivir igual de pobre currando mucho o currando menos como ahora, pues elijo esto. Y como todavía sigo pensando que la sociedad occidental moderna vale la pena por lo increíble del progreso científico, por su cultura humanística y por sus valores en materia de valores, libertades y principios, pues tolero buena parte de todo este meollo. Pero aviso, siempre que puedo, que en cuanto se acaben de cargar el frágil equilibrio entre clases y pase a ser un pobre real, que luego nadie se sorprenda si nos volvemos a vestir de negro y, sin nada que perder, quemamos Seattle de nuevo.