Bailey Bruer
En su coche
Camino de casa de María, 3 de octubre de 2023
Después de dejar a Milly y Elijah, y desearles buena suerte en su sesión de espiritismo (la iban a necesitar), Bailey vuelve a salir a la carretera con María a su lado.
Al estar a solas con María (dentro de lo que se podía estar a solas, con Esclavo en el coche, y teniendo en cuenta que es un descapotable y están yendo por en medio de Innisport), Bailey tiene la oportunidad de pensar. Una vez más, su mente vuelve a la amenaza de Jason Clarke. No es que a Bailey le importara mucho: los chicos a veces decían cualquier estupidez para sonar superiores, y perro ladrador poco mordedor y todo eso. Pero había algo en esa amenaza que se había quedado pegado el fondo de su mente como un chicle debajo de un pupitre.
Y ese algo parecía unir a la madre de Bailey con María. Al menos en su mente.
La mayor parte, o todo el instituto, sabía que Bailey era huérfana de madre desde hacía un año. Lo que quizá no supieran era que Carrie era una persona invidente. King, el perro de los Bruer, había sido su perro guía. Y pensándolo bien, Bailey se había hecho amiga de María en los último seis meses, después de haber pasado otros tantos aislándose en sí misma. Bailey siempre lo había considerado parte de su esfuerzo de volver a la normalidad. El esfuerzo de recuperar sus viejas amistades y hacer algunas nuevas. Pero el hecho de que María fuera invidente, igual que lo había sido la madre de Bailey, a veces la inquietaba. Le sugería preguntas oscuras y recriminadoras que Bailey siempre había evitado, distrayéndose inmediatamente para no darles forma. No quería explorar el significado de todo eso. Quería pensar que su amistad con María era algo sincero y simple, quizá apoyado en que la experiencia de Bailey con su madre la había hecho más paciente y abierta.
No algo basado en sustituir a su madre. O en utilizar a María como muleta emocional para superar su muerte.
Y ahí estaba.
De repente, sin quererlo, Bailey le había dado forma a lo que durante mucho tiempo había esquivado como un obstáculo en la pista de atletismo.
Bailey detiene el coche en un semáforo y se queda mirando a María en silencio, sabiendo que María a su vez no puede verla hacer eso. La música del coche a todo volumen casi ahoga los pensamientos de Bailey, pero ya es demasiado tarde para evitar que la joven empiece a hundirse en un estado que combina la melancolía, el desprecio hacia sí misma, y el aumento de la duda hacia su relación con María. Empieza a ponerse nerviosa, preguntándose si la chica latina no tendría, de hecho, alguna forma de saber qué piensa Bailey. Es más, ¿cómo se tomaba María su amistad con Bailey? ¿Qué pensaba de ella en realidad? ¿Valoraba su amistad, o sencillamente le resultaba útil? Y si era lo segundo, ¿tenía Bailey derecho a quejarse o sentirse defraudada?
El semáforo se pone en verde. Cargada de dudas, y cada vez más envuelta en un estado de depresión, Bailey presiona el acelerador.