Alan escucha en silencio, su mirada fija en Bailey mientras ella relata su experiencia en el baño de los Doyle. A medida que habla, su rostro refleja una mezcla de preocupación y comprensión. Aunque le hubiera gustado decirle que no está enferma ni loca, que todo tiene una explicación lógica y sencilla, sabe que su hija merece más que palabras reconfortantes sin sustancia. Debe ser honesto, no solo por Bailey, sino también en memoria de Carrie, su esposa fallecida.
En la penumbra del atardecer, con los sonidos del campo de Maine resonando suavemente a su alrededor, Alan y Bailey se sientan en la entrada de su casa. King se acomoda a sus pies, sus ojos atentos y serenos reflejan la calma del entorno.
Alan mira hacia el cielo que ahora empieza a llenarse de estrellas. "Tu madre, Carrie, tenía un don especial para sentir cosas que a otros nos pasaban desapercibidas," empieza, su voz teñida de un recuerdo nostálgico. "Cuando se mudó aquí, algo en esta casa la inquietaba, algo que yo no podía sentir."
El silencio se cierne por un momento, roto solo por el susurro del viento en los árboles.
"Nos pusimos en contacto con Marina, ya sabes, la vidente que también vende pescado en la lonja. Ella nos llevó a una chamán wabanaki. Hizo un ritual aquí, en nuestra casa, para limpiarla... y funcionó. Tu madre se sintió mejor de inmediato, como si se hubiera quitado un gran peso de encima."
Alan pausa, recogiendo una hoja seca del suelo y girándola entre sus dedos. "Pero la chamán nos advirtió que lo que fuera que perturbaba la casa podría no haber desaparecido para siempre. Podría regresar, y si lo hacía, necesitaríamos un ritual más complejo."
Mientras habla, la noche se cierra sobre ellos, y el ambiente se llena del canto de los insectos nocturnos y el ocasional aullido lejano de un animal salvaje.
"Esta finca, antes era parte de una hacienda mucho más grande," continúa Alan, su mirada perdida en las sombras que se ciernen alrededor de la casa. "Tus bisabuelos la compraron a la familia Doyle. Los Doyle decidieron dividirla, sabían que era demasiado para manejar sin recurrir a ciertas prácticas del pasado que querían dejar atrás. Puede que 'eso' también exista allí y que hayas heredado la sensibilidad de tu madre."
King, percibiendo la solemnidad del momento, se acerca más a Bailey, apoyando su cabeza sobre sus rodillas.
Alan vuelve su mirada hacia Bailey, sus ojos brillando con una mezcla de tristeza y firmeza. "Quiero que sepas, Bailey, que no estás sola en esto. Sea lo que sea que estés enfrentando, lo enfrentaremos juntos." Su voz es suave, pero en ella resuena una promesa de apoyo y protección inquebrantables. En ese momento, bajo el cielo estrellado, en la paz de su hogar rodeado por el misterioso y hermoso Barrio del Acantilado Silente, Bailey siente un vínculo profundo no solo con su padre, sino también con la tierra y la historia que los rodea.