Ronan
Ethan, Riley y Ronan se adentran en un edificio que murmura historias de un Maine de principios del siglo XX. El ascensor de madera, adornado con detalles propios del movimiento Arts & Crafts, los transporta hacia arriba. Ronan observa en silencio, mientras Riley inspecciona con una sonrisa astuta los grabados.
"Este viejo trasto probablemente ha visto centenares de vidas pasar", comenta Riley, románticamente.
Ethan, con su sarcasmo habitual, pulsa el botón del quinto piso. "Y seguro que cada una de ellas terminó justo al lado, en el cementerio", replica con una sonrisa burlona.
Al llegar al quinto piso, donde termina el ascensor, deben subir hasta el sexto piso utilizando una vieja escalera de piedra desgastada, hasta que en la sexta planta descubren el apartamento de Ethan. Tras abrir la gruesa puerta de madera de roble grabada, entran en un apartamento espacioso, con una terraza con vistas a la parte trasera del barrio.
Su interior cuenta la historia de una grandeza ahora venida a menos Las fotografías de Ethan con su madre, junto a objetos de otra época y pinturas antiguas, dominan la sala de estar; mientras que las de su padre, divorciado de su madre algunos años atrás, son prácticamente inexistentes.
"Veo que aquí el tiempo decidió detenerse", dice Riley, examinando un retrato con una sonrisa socarrona.
"El tiempo... y algunos fantasmas familiares", responde Ethan, señalando con desdén el papel que se despega de la pared.
En la terraza, la vista del cementerio les envuelve en una sensación ominosa. Ethan, sacando una tiza de un cajón, abre un diario con la cubierta de piel y empieza a copiar algunos símbolos en el suelo de piedra.
"¿Creéis que los muertos nos escuchan desde allí?", pregunta Ethan, señalando al cementerio con la mirada, como si retara al más allá.
Riley, con un destello de picardía, responde: "Tener esos amigos explicaría que parezcas el extra de un videoclip de The Cure."
Ethan sigue trazando símbolos con tiza, cada uno de ellos una historia olvidada. Al lado, Ronan, silencioso, contempla el cementerio, como si entre los vivos y los muertos solo existiera una delgada línea. La brisa mezcla presente y pasado, un susurro de lo eterno. En esta terraza, frontera entre dos mundos, lo insondable se siente tan cercano como el viento en sus rostros.