Bailey Bruer
Chez les Bruer, en el baño
Tarde, 4 de octubre de 2023
La verdad es que sentir que el baño de su casa ya no es un lugar seguro es probablemente una de esas sensaciones surrealistas que ponen a las personas en un estado de alerta inusual. En el caso de Bailey, desde luego que eso se cumple. Sin embargo, saber que King está con ella la anima. Centrándose en la presencia del animal, Bailey se desnuda, dejando la ropa bien doblada sobre unos estantes. La bufanda queda aparte, por alguna razón. Y finalmente, la joven se quita el coletero y deja que su pelo rubio se esparza salvajemente sobre sus hombros y por su espalda.
Quizá en otra ocasión, una menos preocupante y con menos humedad sobre el espejo, Bailey se habría detenido a admirar su propio cuerpo. El comentario de María al bajarse del coche la hace sonreír un poco. Sabe perfectamente que a los chicos les encantan sus curvas, especialmente sus pechos, pero no sabía que María sintiera... curiosidad por ellos. Bueno, llamarlo curiosidad quizá sería demasiado...
Con un sacudir de la cabeza, Bailey se quita esa idea de la mente. Mejor dejar eso para otro momento, o para nunca. María jamás había tenido tanta conciencia del cuerpo de Bailey antes, y tampoco importa.
Después de suspirar y apartarse el pelo de la cara, Bailey se mete en la bañera. Es una bañera blanca, grande, típica de una película de época, con grifos del estilo pero que obviamente funcionan tan bien como uno moderno. Al introducir su curvilíneo cuerpo en el agua caliente, Bailey deja escapar otro suspiro, esta vez de gusto. Qué agradable resulta descansar en una bañera de agua caliente, con el fuerte pero agradable olor de las hierbas envolviéndola. King la observa, y Bailey le devuelve la mirada con una sonrisa. Lentamente, la joven se inclina sobre el borde de la bañera, baños y pechos apoyados en el borde.
"Bueno, amigo, tenemos dos opciones. Te metes por las buenas, o te salpico con una manguera..."
Los Bruer no guardan una manguera en el baño, pero la palabra sola trae a King malos recuerdos. El animal, amedrentado y algo nervioso, se acerca a la bañera y se deja recoger entre los brazos de Bailey, que lo mete en la bañera utilizando su propio cuerpo como plataforma para que el animal no se vaya al fondo inmediatamente. El agua reduce el peso del animal lo suficiente para que a Bailey no le resulte molesto sentir sus patas sobre sus piernas y estómago. Con besos en la frente del animal y carantoñas en su lomo y costados, Bailey va calmándolo poco a poco. "Eeeeeso es, buen chico, buen chico... ¿quién es el chico más listo y más guapo de la casa, eh? ¿Eh? ¿A que eres tú? ¿A que eres túuuuuuuu...?"
Con paciencia y cariño, la joven tranquiliza al animal. Unos minutos después de introducirlo en la bañera, y de dejar que se acostumbre al agua caliente, Bailey toma el champú para su pelo y otro para animales, y los aplica. En el caso de su champú, con generosidad. En el de King, poco a poco, dejándolo oler el producto, que no parece desagradar al animal. Después de hacer espuma con ambos, Bailey sumerge la cabeza en el agua con mucho gusto.
La verdad es que conforme progresa el baño, Bailey va disfrutándolo más y más. Y King, aunque no exactamente entusiasta, se deja hacer.
Un rato largo después, Bailey sale de la bañera como nueva, y ayuda a King a seguirla. El proceso de secado es igual que el del baño: lento y paciente, para reducir en todo lo posible la incomodidad de King. Aunque francamente, el mejor momento de todo el baño es cuando Bailey sale al fin del baño, cubierta por su mullido albornoz rosa, con King en brazos. "¡Papá, el baño ya está libre! ¡Voy a mi cuarto a secarnos a King y a mí!"
Hasta ahora, al animal no le ha gustado gran cosa la experiencia, pero cuando Bailey lleva a su amigo al dormitorio de la joven, lo deposita sobre la cama y empieza a secarlo con su secador de pelo, el animal al fin disfruta de algo sin reservas. El secador es algo ruidoso, pero a King le encanta la forma en que el aire caliente lo golpea luego fluye por su espeso pelaje.
Algo similar podría decirse de la misma Bailey.
Una vez ambos están limpios y secos a su gusto, Bailey se pone un conjunto de ropa interior blanco bastante normal (dejando aparte las medidas), unos pantaloncitos cortos negros, una camiseta a juego de Eminem y una sudadera rosa muy suave y muy gruesa, de sus favoritas, con capucha. Una vez más, Bailey se recoge el pelo en una coleta, como antes. Y conforme su pelo termina de secarse, se asalvaja como hace siempre, pero con un lustre y con un vigor que ponen de manifiesto la fuerza vital de la atleta.
Mientras su padre se baña, Bailey aprovecha para mirar su móvil, a ver qué hay de nuevo por ahí... especialmente respecto a las manifestaciones. Espera que María, Milly y los demás estén bien... de hecho, prefiere que esté bien todo el mundo. Sea quien sea. Aunque los últimos días no parecen augurar nada nuevo en ese aspecto...