Rachel
Rachel se encuentra sola en Los Arrabales, inmersa en un silencio casi palpable. La soledad del lugar se impone abrumadoramente, con las casas lúgubres y las calles desiertas iluminadas solo por la luz tenue de unas pocas farolas dispersas. Al mirar a su alrededor, la sensación de desolación del barrio se manifiesta como una entidad tangible.
De la oscuridad emerge silenciosamente una figura que avanza hacia ella. Es Cindy, con su característico rostro inexpresivo y sus penetrantes ojos grises fijos en Rachel. Envuelta en un chal que cubre su figura y con una capucha parcialmente ocultando su cabeza, además de una mochila de felpa en su espalda, Cindy parece una aparición etérea en medio de la penumbra, como surgida de otra época.
Rachel, al verla, se da cuenta de repente del cambio en el clima. El otoño de Nueva Inglaterra ha irrumpido con un frío intenso que cala los huesos. Un escalofrío la recorre, provocado no solo por la caída de la temperatura, sino también por la dramática aparición de Cindy en este lugar solitario y desolado.
"Buenas noches, Carson", saluda Cindy con voz serena. "Lo que voy a decirte, lo hago de buena voluntad", continúa, manteniendo su tono tranquilo. "No somos amigas, y quizás ni siquiera nos caigamos bien, pero no te deseo ningún mal. De hecho, preferiría evitártelo", explica con claridad. "Vuelve a tu casa, juega con tu gato, mira la televisión. Sé una adolescente normal. Si cruzas este umbral, no puedo garantizar tu seguridad, ni física ni espiritual." La voz de Cindy, aunque suave e imperturbable, transmite una honestidad inquietante. "Es tu decisión. Tómate un momento para pensarlo. Lo que elijas podría cambiar tu vida y la de los tuyos para siempre", concluye, dando unos pasos atrás para darle a Rachel un espacio para la reflexión.