El juego cuya IA deja en pañales a cualquier AAA con cientos de millones de dólares de presupuesto, al integrar variedad con una jugabilidad emergente que hace que todas las partidas sean distintas y con unas criaturas que te hacen sentir que de verdad están vivas.
El juego a cuyo mundo no le importas, pues todas esas criaturas además de ser inteligentes tienen sus propios patrones, sus propias poblaciones, sus propias interacciones. ¿Fantasmas, caballeros o dragones re-apareciendo mil veces en el mismo punto cientos de veces para patrullar la misma ruta y que te sientas un crack por "resolver" un patrón que podría aprender un chimpancé? No señor, ya no estamos en 1980.
El juego cuya jugabilidad alcanza tales niveles de profundidada que un documento de más de 70 páginas fue necesario para detallar la cantidad de cosas que se pueden hacer con tan solo tres botones y un puñado de herramientas.
El juego cuya expansión añade tantas mecánicas jugables y horas de contenido que ridiculiza a falsos profetas como Phantom Liberty o Shadow of the Erdtree.
El juego cuya dificultad ha filtrado a cientos de "redactores especializados" al poner la visión artística por encima de la comodidad de aquellos que no son dignos, haciendo lucir como fábricas de "casuals" incluso a ilustres como From Software.
El juego cuyo diseño visual podría contar por sí mismo una de las mejores tramas de la historia del videojuego de mano del increíble nivel de detalle del que goza cada pantalla.
El juego cuya narrativa en sí acerca al medio a las grandes disciplinas del arte, con una trama tan profunda y filosófica como integrada en sus excelsas mecánicas jugables, y que no sería posible en cualquier otro formato y ni siquiera en el mismo videojuego de no ser por el compromiso de los creadores con la filosofía que en él querían plasmar.
El juego cuya música logra una mayor innovación que cualquier juego en los últimos años, al integrarse por completo con las situaciones a las que te enfrentas al tiempo que da gusto escucharla incluso de manera independiente.
El juego que me ha dado 146 horas y todavía me hace sentir que solo he rascado la superficie de todo lo que puede llegar a ofrecer.
Se trata, evidentemente, de Rain World. La mayor obra maestra que ha parido este mundillo.


A comprarlo, gente, ya estamos tardando.
