No tenía 19 años. No era de Glasgow. El nombre no lo entendió porque el otro se hizo el loco. No se dieron el teléfono porque el otro no tenía ganas de inventarse un número por pereza. Lo de que trabajaba en un centro comercial es lo primero que se le vino al chaval a la cabeza.
Mucha suerte muchacha, pero vamos, que te la han metido doblada. Y nunca mejor dicho.