Muy bien, vamos a tranquilizarnos. Aquí el plan es claro: o nos vamos al culo del mundo siguiendo al bardo este —que, sinceramente, podría ser el primo perdido de cualquier cantamañanas—, o nos quedamos tirados en esta ciudad corrupta sin un duro, que tampoco es la hostia de divertido, ¿no?
Ahora, lo del unicornio... Si fuera por mí, lo vendíamos y nos pillábamos unos whiskies de calidad, fin del asunto. Pero claro, ese bicho no es nuestro, ¿vale? Es de otra jugadora, y no vamos a decirle que se vaya al parque a jugar mientras hacemos nuestros negocios. Hay que ser caballerosos, aunque sea un poco.
Así que pim, pam, pum, decidimos rápido: o nos comprometemos con la caminata y a ver qué pasa en el camino —con suerte, algo interesante—, o nos apañamos aquí, pero con las cosas claras. Porque, coño, no quiero estar perdiendo tiempo como un gilipollas.