Picanya: un gran despliegue militar diluido en barro
Son las 10:00 horas del viernes y por la V-30 pasa una columna de vehículos de los tres ejércitos. Son parte de los 1.000 militares que se incorporan a las labores de búsqueda y ayuda en los municipios de Valencia afectados por la DANA. Otro tipo de columna avanza por el Camino Nuevo de Picanya: miles y miles de personas caminan por la autovía cargadas de palas, escobas, agua y víveres. Pese a este despliegue extraordinario, en los pueblos inundados por la tragedia la ayuda se sigue viendo insuficiente.
Estamos en Picanya, donde hasta la fecha se ha hallado una decena de víctimas, aunque nadie duda de que la cifra de muertos acabará siendo terriblemente mayor. Hablamos de una localidad de 10.000 habitantes situada a escasos 5 kilómetros de Valencia y separada de Paiporta por una calle.
Y, sí, la primera impresión nada más llegar al pueblo es que haría falta un camión del Ejército y un centenar de voluntarios en cada esquina.
Hay decenas de calles en las que, tres días después de la DANA, el fango cubre por las rodillas y los coches destrozados se amontonan en medio de la calzada. Los vecinos trabajan en equipo sin descanso. "¿Dónde está la ayuda que tanto dicen que está llegando?", grita un residente mientras vierte barro por la alcantarilla. Esa pregunta al aire se escucha en diferentes zonas del pueblo.
Carlos Marzo, vecino de Picanya de 44 años, relata su historia para explicar la tragedia vivida esta parte de l'Horta Sud: "Aquí no llovía nada y la gente estaba haciendo vida normal, por lo que fue un auténtico desastre. Yo cogí a mi hija y crucé el barranco corriendo porque el agua estaba ya saliendo por encima. El agua llegó a los dos metros de altura enseguida".
"Mi casa está a unos 50 o 100 metros del río, pero las viviendas que estaban más cerca se las llevó todas el agua con la gente dentro", continúa este profesor que trabaja en un colegio de Paiporta. "Hemos tenido montañas de coches que no nos permitían salir y hemos visto cómo los cadáveres seguían en las calles sin ser retirados. Aquí no viene ni Dios a ayudar; bueno, vienen particulares desde Valencia que dejan comida y agua, pero ni militares ni ejército", se lamenta.
Lo cierto es que sí se han desplegado efectivos. "A Picanya llegamos... Perdone, no sé ni qué día es hoy; creo que llegamos anteayer", señala el sargento primero Abraham mientras se levanta de la pequeña mesa desde donde coordina las actuaciones del Cuarto Batallón de Intervención en Emergencias (BIEM IV), con sede en Zaragoza.
El militar explica que en el municipio trabajan entre 40 y 50 personas "limpiando vías, ayudando a algunas familias a salir de sus viviendas, ayudando a los vecinos a sacar los coches que tienen incrustados en sus casas y todo lo que nos solicite la población civil", detalla antes de regresar a la mesa y los mapas.
El BIEM IV también ha acudido estos días a Paiporta, Torrent "y allá donde nos vayan designando". "El mando está dirigiendo los esfuerzos donde buenamente le están diciendo, que es todos lados", resume. Ese es el problema: una lista de urgencias y necesidades interminable que toca afrontar para que esta parte de la comarca pueda empezar a pensar en reiniciar la vida.
El pueblo está lleno de gente y no resulta fácil encontrar vehículos de la UME entre tanta extensión de barro, pero los aplausos que de repente se escuchan de vez en cuando dan pistas sobre su ubicación. Un vehículo del III Batallón de Bétera de la UME está al lado de las vías del tren. Enfrente se encuentra una señora mayor en silla de ruedas que no puede salir de su vivienda.
Entre un soldado, un guardia civil y varios vecinos logran salvar los escollos y llevar a la anciana hasta el todoterreno de la UME. Una familiar trata de calmar a la señora con una rosquilleta, una especie de grisín italiano típico de la Comunidad Valenciana. La joven también ofrece comida a uno de los militares, un joven cuyos ojos rojos revelan la fatiga acumulada. "No, gracias, no necesito nada", responde con un fino hilo de voz.
En Picanya no se ven rescates espectaculares y sí muchísimo trabajo de pico y pala. Miembros de la UME acuden a casas para evacuar a personas de movilidad reducida, achican agua de los garajes y sótanos y ayudan a quitar barro en un pueblo inundado de barro.
Una de las operaciones más repetidas es la retirada de vehículos. No es una tarea rápida. En la esquina de la calle Vicent Andrés Estellés con el Paseo de la Primavera, lugar de viviendas adosadas, un camión del BIEM IV da marcha atrás para apartar un BMW. El proceso se lleva con sumo cuidado por el estrecho margen para maniobrar y porque por cada metro que se avanza toca ir moviendo escombros. En total, más de 15 minutos para despejar ese trozo calle, a la que aún le queda una decena de vehículos esparcidos por la calzada y aceras.
Cerca de ahí patrullan a pie un médico y dos enfermeros del equipo sanitario de la UME. Recorren un barrio de Picanya en busca de algún vecino que requiera sus servicios. Un grupo de jóvenes asalta a los sanitarios ofreciéndoles medicamentos y material de botiquín, pero éstos piden que lleven todo al centro de coordinación.
En torno al mediodía aparecen los primeros uniformes del Ejército de Tierra. Sus botas limpias delatan que acaban de llegar. Picanya no aparece en la lista de localidades donde las Fuerzas Armadas están actuando, seguramente por la cercanía de la localidad con Paiporta, que recibió un golpe de agua aún más brutal. Pero aquí están.
Son efectivos del RT21, el Regimiento de Transmisiones n.º 21, con base en Marines (Valencia). El teniente Medina explica a su personal a cargo que el primer objetivo es ayudar a desobstruir las vías de la localidad. Segundos después, un vehículo ligero llega a una zona ajardinada donde los vecinos han ido acumulando muebles y enseres deshechos por la DANA. En cuestión de minutos el vehículo está completamente cargado, gracias también a la colaboración de los soldados ciudadanos.
A las tareas de desescombros y retirada de lodos se suma la Sección del Escuadrón de Apoyo al Despliegue Aéreo (EADA). La limpieza, junto al achique, son labores imprescindibles para poder seguir adelante con las tareas de búsqueda y para reabastecer a la población.
Ha sido el primer servicio del día. Quedan por delante muchas jornadas interminables hasta que el trabajo del gran despliegue militar y civil no parezca diluirse en el maldito barro.
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