Un artículo que me ha parecido interesante y que creo que puede hacer reflexionar a la gente en un foro de debate.
En estos días, todo el mundo se afana por encontrar analogías entre lo ocurrido en Valencia (la dana) con todo lo demás: estilos de liderazgo, la resiliencia, los valores y el venerado pensamiento crítico.
En general, todo el mundo siente una gran impotencia y cabreo y cree que se ha hecho todo mal, y creen que eso es tener pensamiento crítico. Tengo la sensación de que la gente oye o lee la palabra crítico y piensa que se trata de echar fuego por la boca.
Por obvio que parezca, estoy viendo a gente confundirlo de forma infantil. Pensamiento crítico no es protestar. No es llevar la contraria. Ni es hablar más alto que el de enfrente. Que incluya la palabra crítico no implica que tengas que cagarte en todos los aspectos de la vida, ni hacer bandera de cualquier cosa. Igual que un crítico de cine no tiene que irse siempre de la sala despotricando, ni un crítico gastronómico tiene que vomitar todo lo que come.
Es tan obvio que cuesta explicarlo. Pero veo que mucha gente asocia tener pensamiento crítico con ser una especie de Belén Esteban: tener opinión vehemente de todo sin tener información de nada.
He aquí un pequeño ejercicio para mirarte al espejo y ver tu nivel de pensamiento crítico:
1.-Dedica un minuto a pensar si tienes alguna opinión bien formada y propia sobre algo en la vida. Cuando digo propia, quiero decir que has dedicado más de media hora a pensar en ello, y solo en ello. Que has visto puntos de vista distintos u opuestos con la misma objetividad y que has reconocido que hay parte de razón en ambos. Y que después de eso has tomado partido.
2.- ¿Eres más de pulgar hacia arriba o hacia abajo? Pues en ambos casos creo que tu pensamiento crítico ni está ni se le espera. Básicamente, eso indica que eres un micromilitante de todo y un defensor de nada.
«¡Qué gran gesto! —pensarás—, ahí queda mi opinión». Dar a un botón y que eso te sirva de algo es como ponerse tiritas en la conciencia. La militancia a base de clics es una trampa. Es un gesto que te apacigua. Crees estar haciendo algo, pero nanodecisiones como esas te van convirtiendo en un enano intelectual que solo sabe decir sí o no. A favor o en contra.
3.- Crees que los poderes públicos nos engañan y nos manipulan. La clave de la cuestión no está en que lo hagan o no, la clave está en que solo lo creas y realmente no lo sepas. ¿Sabrías argumentarlo?
Creer es fácil. Es comprar algo sin mirar el precio, es no elegir, es quitarse problemas. Es meterse en una caja porque ya existe, comprar un mueble de Ikea ya montado. Pero saber es más trabajoso. Requiere interés verdadero y no dejarse llevar por los sesgos.
Leer y escuchar mucho, pensar, trabajar, ver el truco, empatizar, desdecirse, requiere humildad y deshacer planteamientos, buscar nuevas opciones, ser flexible y transigir. Y solo entonces, entender y formarse una opinión. Pereza.
4.- Cuando no sabes qué pensar sobre algo que está ocurriendo, esperas a ver qué dicen los tuyos. Este es uno de los grandes males actuales. La pertenencia y la polarización generan atajos mentales muy cómodos para quienes no ejercitan su pensamiento crítico. No sabes qué dice la nueva ley del alquiler, pero estás jodidamente en contra o a favor.
5.- Y, por el contrario, pensabas que el techo de gasto, la ley de eutanasia o la bajada del IVA al aceite tenían bastante sentido hasta que viste que la proponían los de enfrente. Y has tenido que ir ajustando tu opinión sobre temas que, ingenuo de ti, pensabas que te gustaría apoyar.
6.- ¿Cuantas veces has dicho «No tengo una opinión formada sobre esto»? Me parece una frase excepcional. Por lo infrecuente y por lo que implica.
Jamás se la he oído a un político, y una o dos veces a algún conocido. Creo que es el cimiento del pensamiento crítico. El hormigón sobre el que construir cualquier opinión.
Empezar de cero, de la nada, de la duda, del vacío. Es un lujo mental. Es una oportunidad, un lienzo, un terreno sin edificar. Es declararse imparcial, virgen intelectual y dispuesto a aprender.
¿Crees que el arte contemporáneo es una estafa? ¿Los políticos deberían tener experiencia profesional previa? ¿La tortilla es con cebolla? ¿El cambio climático es real? ¿Deben los trabajadores fijos discontinuos contabilizarse como empleados? ¿Los empresarios explotan a los trabajadores? ¿El plátano de Canarias es mejor que la banana? ¿Los coches eléctricos tienen futuro? ¿Es Djokovic el mejor tenista de la historia? ¿España es el mejor país del mundo para vivir? ¿Hay vida extraterrestre? ¿Debería legalizarse la marihuana? ¿Pegan el negro y el azul? ¿De verdad tienes una opinión formada sobre todo esto?
El pensamiento crítico es formarse una opinión cuestionándose los propios criterios. Sin caer en los rebufos ideológicos y sin buscar el fallo de un planteamiento, sino la información. Es no dar por buenos los argumentos de nadie, ni siquiera de los tuyos, hasta haber escuchado y entendido lo que está pasando.
El pensamiento crítico consiste en buscar debajo de las pancartas y los titulares. Es encontrar los engaños propios y ajenos. Detectar la intención y los motivos de quien impone un criterio. Y encontrar una verdad que solucione el problema o te represente de forma completa.
En realidad, es bastante fácil: imagina que una pelea de vecinos no te deja dormir y solo podrás recuperar el sueño si consigues que ambas partes tengan razón y se callen.
Quizás tengas ahora la tentación de criticar este artículo diciendo que es superficial y obvio, pero piensa si alguno de los puntos anteriores te representa.
Y si es así, quizás hayas despertado alguna neurona domesticada, porque el espíritu crítico empieza por cuestionarse a uno mismo, no al prójimo; ni todo eso que pasa ahí fuera que crees que está tan rematadamente mal hecho. Y la tortilla es con cebolla.
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