Es un tema complejo el que aborda, por eso es fácil caer en certezas categóricas o simplificaciones.
Personalmente, los cambios ideológicos que he tenido respecto a ciertos temas se deben precisamente a que no tenía una opinión mejor formada. Los motivos son variados: las fuentes que usaba estaban muy sesgadas, el entorno donde me movía incentivaba las cámaras de eco, y tampoco me tomaba la molestia de poner a prueba si las consignas que defendía se sostenían después de hacerle un escrutinio exhaustivo. Argumentario tenía, claro, pero desde que comencé a investigar por mi cuenta fuentes primarias me fui desencantando de muchas ideas que daba por verdades.
Mi relación con el feminismo radical es de idas y venidas. Aunque actualmente tengo una postura contraria a muchos postulados que son las bases del movimiento en España (brecha salarial, concepto de viogen), hay otras consignas en las que he pasado de equidistante a tener una postura crítica a favor de éste: oposición a los vientres de alquiler, defensa de espacios seguros paras las mujeres y rechazo de la teoría queer como reemplazo de las categoría sexuales, por ejemplo.
Disentir, cambiar, evitar posturas emocionales y abrazar la racionalidad. Todo esto implica ensayo y error.