Hay novedades. Antes de nada, comentar que para mi desgracia y alegría vuestra el tipo no se va este mes sino el que viene, por lo que todavía me quedan cuatro semanas más de supervivencia.
Estas semanas pasadas y desde el anuncio de su sentencia el chico ha sufrido un cambio radial... a peor. Ahora los fines de semana se dedica a estar todo el día de botellón en el salón. Y cuando digo todo el día es absolutamente todo el día con la pandilla ahí con la música, bebiendo y fumando. Y la mañana siguiente todo el día durmiendo en el sofá. El salón ahora es de su propiedad exclusiva. Su habitación ni la pisa porque la usa de basurero. Ojalá estuviera exagerando.
Pero eso no es lo importante. La cuestión es que hoy he cometido un error garrafal que puede que me cueste la vida. Y es que se me ha ocurrido salir de mi habitación.
Hace un par de horas fui a la cocina porque necesitaba comer, he pasado por mitad del salón esquivando a los drogatas como de costumbre y me he puesto a lavar los platos mientras la comida se hacía. Es entonces cuando nuestro amigo ha venido a hablar conmigo. Resulta que me veía un poco huraño y se preguntaba si había hecho algo que me hubiera molestado. Hasta aquí puede parecer que todo va bien, pero nada más lejos de la realidad porque esa conversación solo podía acabar mal y así ha sido. Era uno de esos momentos en los que tal vez hubiera sido mejor seguir con mi estrategia de no decir nada y volver corriendo a mi habitación, pero entonces pensé en vosotros y en cómo me decíais que soy raro así que le eché un par de huevos y decidí hablar con él. Y por eso ahora estoy en peligro de muerte, como os explicaré a continuación.
Le digo que me parece excesivo que se pase viernes, sábado y domingo de fiesta con sus amigos toda la tarde, noche y madrugada. Que un día vale, pero que ya se estaba pasando un poco.
Pues el chico no se lo ha tomado bien, porque aparentemente la suya era una pregunta retórica y realmente le daba completamente igual si me molestaba o no. Su primera respuesta ha sido, y no es coña, pedirme que lo acompañara al salón para se lo dijera a la cara delante de su pandilla de delincuentes. Obviamente me he negado a su propuesta, pero me tocó bastante las narices su burdo intento de intimidarme, he de admitir.
Total, que viendo de qué va el tema decido reconducir un poco la conversación e intentar llegar a un acuerdo de mínimos con él para que al menos restrinja sus juegas de 8 a 24 h y así me deje dormir.
Pues bueno, el señor super ofendido porque a ver quién era yo para echar a sus amigos de MI piso.
Pero esperad, que ahora viene lo bueno. Va, y me dice que el resto de compañeros están encantados con él y que no tienen ningún problema por lo que va a seguir haciendo lo que le de la gana. Y claro, lo que él no sabe es que esos mismos compañeros a sus espaldas ya llamaron hace semanas a la casera quejándose por él, solo que no lo sabe. Y como para no quejarse. Cómo olvidarse de aquel día que me desperté y me encontré a cinco personas durmiendo tiradas en el suelo del salón y tuve que pasar dando saltos para esquivarlos. Pero oye, que según él no molesta y todos encantados con él. Así que le empiezo a explicar que es imposible que no les moleste pero rápidamente me corta y me empieza a amenazar con llamar a la casera.
Cuando me soltó eso la verdad es que me quedé un poco pillado porque me sorprendió que él, que le había dicho a la casera que iba a cuidar muy bien el piso y que no iba a fumar ni hacer fiestas me amenaza con llamarla. En ese momento pensé que tendría algún tipo de as bajo la manga porque no veía como llamar a la casera podía beneficiarle, pero antes de que pudiera decir nada se fue a por su móvil para llamarla, así que me quedé ahí expectante mientras me preparaba mentalmente para decirle a la casera la verdad sobre este tipo.
El chico vuelve con el móvil en el bolsillo y como ve que sigo ahí y no he salido corriendo decide intentar cambiar de tema. Yo, confuso, insisto:
Yo: “¿Pero no ibas a llamar a la casera?"
Rafa: “Nah... no quiero malos rollos.”
Yo: “Ya... claro. No la llamas porque sabes que tengo razón, ¿verdad?”
Y bueno, a partir de ese zasca que había preparado él mismo seguimos hablando unos minutos más y al final me promete a regañadientes que las fiestas se acabarán a las 12. Yo obviamente no me lo creo, pero la verdad es que me da igual.
Vuelvo a mi habitación con la comida y me pongo los auriculares para intentar ignorar el reggaeton y el otro compañero me manda un whassap recomendándome que no me meta en líos con esa gente porque se ve que me están hablando muy mal de mí. Y bueno, mientras he estado escribiendo esto no han parado de darme golpes en la puerta y dar gritos mientras hacían comentarios sobre mi persona, supongo que nuevamente para intentar intimidarme o simplemente molestar. Así que nada, ahora sí que sí no puedo salir o lo mismo me dan una paliza. Porque claro, todos somos muy gallitos cuando tenemos a la banda con nosotros. En fin... Creo que mañana toca llamadita a la casera a ver si es posible echarlo antes de tiempo, pero no creo que tenga suerte.