Un fin de semana como otro cualquiera, Marta García (Alicante, 2000) y su padre acudieron como espectadores a una carrera de karts. Por aquel entonces la niña tenía nueve años, pero el gusanillo de la velocidad ya le había picado gracias a un campamento de minikarts al que la habían apuntado en busca de un deporte más con el que matar las vacaciones. Allí, Marta había despertado su vena competitiva y también se había convertido en esa excepción que tantos años la acompañaría en las pistas: de los ocho alumnos que cursaron aquellas prácticas, ella era la única chica.
El campamento le había enseñado de lo que era capaz, pero aquella carrera, aquel domingo, le mostró todo lo que estaba por llegar. “Recuerdo que el público podía ponerse en un puente que había sobre la pista. Debajo, los coches de competición zumbaban a toda velocidad. Hacían la salida lanzados y me acuerdo de decirle allí mismo a mi padre: ‘Esto es lo que yo quiero hacer. Yo quiero esto’”.
A partir de esa tarde los acontecimientos se precipitaron. En apenas semanas, Marta ya tenía su propio kart y antes de acabar el año ya estaba compitiendo a nivel nacional. “Al cabo de año y medio, más que en un hobby se había convertido en un objetivo: llegar a la Fórmula 1 y de ser una de las pocas mujeres que han logrado estar ahí”. Un sueño que, a pesar de los buenos resultados, continúa siendo extremadamente difícil. No en vano, solo cinco mujeres han logrado competir en Fórmula 1, la última de ellas, en 1992. “Este es uno de los pocos deportes mixtos que existen. Se nos permite competir a mujeres en las mismas condiciones, pero no somos demasiadas en el mundo del motor. Ahora esto está cambiando, pero cuando yo empecé éramos dos chicas y 90 chicos en las competiciones. Con estos porcentajes es muy complicado, porque de 90 chicos llegarán dos, tres o cuatro a competir en Fórmula 1, pero si somos solo dos chicas, es probable que no llegue ninguna”.
A las dificultades estadísticas, además, se suma otra circunstancia mucho más obvia: la económica. Y es que en el motor, la herramienta deportiva supone un desembolso constante que no todo el mundo puede o quiere asumir. “Al final, no puede meter a su hijo en esto cualquier persona, porque simplemente no tiene dinero para comprar el kart o para pagar la primera competición. Es un deporte en el que necesitas tener una buena economía familiar. Además, cuando vas subiendo de categorías los precios aumentan, el presupuesto sube y hay mucha gente que tiene que dejar de correr porque realmente ya no llega a cubrir esos gastos”, explica la piloto. ¿Es entonces la Fórmula 1 un deporte de pijos? “Pues a ver, no exactamente”, ríe. “No es un deporte de ricos cuando empiezas, pero sí que es verdad que el dinero es muy, muy importante. Hay muchos pros de Fórmula 1 con padres millonarios, o que son hijos de pilotos. Al final para correr necesitas dinero, para entrenar necesitas dinero, para que te pongan la pieza que sea, dinero… Ya no es solo el talento que puedas tener y que te coja un equipo y te lo pague todo porque creen en ti –que eso pasa–, sino que para llegar ahí también necesitas mucha inversión. Entonces, ¿es un deporte de ricos? Bueno, no me gusta llamarlo así, pero es verdad que si no tienes medios, es complicado”, reconoce.
Quizás por eso su caso tiene más mérito todavía. Y es que pese a que el año pasado terminó alzándose vencedora del campeonato de Formula 1 Academy, para llegar hasta ahí, la piloto organizó incluso un crowdfunding (financiación colectiva) para recaudar fondos para su temporada. “Antes de empezar la Formula 1 Academy el presupuesto que me pedían para correr el campeonato era 150.000 euros. No es mucho: en el mundo del motor un campeonato de Fórmula 3 implica 700 u 800.000 euros”, explica. “Aún así, la Diputación de Valencia nos iba a dar 100.000 euros, pero al final se fue un poco al garete todo porque no nos dieron el dinero. Así que hubo que estar ahí buscando a tope”. Dicho y hecho. Con el apoyo de su padre, que desde el principio ha sido su mayor fan y espónsor, y la participación de patrocinadores locales y donaciones altruistas, Marta no solo consiguió los fondos necesarios, sino que también logró amortizarlos colándose en el peldaño más alto del podio. Lo hizo, tal y como ella misma adelantaba, tras unirse a la ya mencionada Formula 1 Academy, una iniciativa privada que busca maximizar la oportunidad y el potencial de las jóvenes pilotos para alcanzar el nivel más alto del automovilismo.
“La gente que está detrás de la F1 lo está haciendo muy bien. Al final, con la Formula 1 Academy se ha montado un muy buen espectáculo, también para los seguidores. Vende muchas otras cosas, no solo la competición. Se está intentando dar un poco más de visibilidad a las mujeres y realmente se nota que existe apoyo e intención por parte de la organización”, explica la piloto, que hoy también ejerce de embajadora de la firma Tag Heuer. “Es una labor muy importante porque, aunque cada vez hay más chicas, seguimos sin ser tantas. La gente sigue siendo muy machista, y todavía hay muchas personas que creen que por ser mujeres no podemos pilotar. Todo tiene que cambiar mucho y se tiene que dar mucho más apoyo”, continúa la que ya es la primera ganadora oficial del campeonato.
La hazaña tiene incluso más mérito puesta en contexto, porque a pesar de los logros cosechados desde sus inicios, en 2021 la ansiedad pudo más y Marta decidió finalmente retirarse del circuito profesional. “Era algo que arrastraba un poco desde 2019, pero no supe identificarlo como ansiedad. Luego empecé con algún síntoma raro y, como soy hipocondríaca, pensaba que me iba a quedar en el sitio”, bromea. “Empecé así y, al final, cuanto más te preocupas, peor te pones. Fue una bola de nieve que además, en 2020, como con el COVID no pudimos competir, se agudizó. Llegué a 2021 estando mal mentalmente y a esto se sumó que me puse mucha presión, hasta el punto de que me parecía que si no ganaba, nada tenía sentido”.
Hasta que un día, en el circuito, explotó. “Llegué a la carrera y me encontraba mal. Salí a pista y me costaba respirar. Empecé a preguntarme qué pensaría de mí la gente si no corría. Creía que iba a parecer superdébil y siendo mujer en el mundo del motor se supone que tienes que ser siempre fuerte. Llamaba a mis padres llorando y ellos eran los primeros que me decían ‘no corras’, pero no me veía capaz de abandonar. Al final, después de darle muchas vueltas, lo vi claro: no estaba bien para correr”.
Por suerte, como en las mejores películas, también aquí hubo final feliz y en 2023 con los demonios ya dominados, la piloto regresó para redimirse. “Para mí, lo importante del año pasado y por lo que gané, fue por el enfoque que tuve durante toda la temporada. Obviamente, yo quería ganar el campeonato, pero me centré en cada una de las pequeñas cosas en las que debía centrarme. En el aquí y en el ahora: si iba al simulador, me concentraba en ello; si íbamos a hacer un test, antes de llegar lo revisaba con el ingeniero, y así con todo. Yo creo que ese enfoque durante tantos meses fue lo que propició los resultados”. Eso y el trabajo mental que venía hecho de casa, claro. “Otra cosa importante fue que tuve un coach que me puso el equipo desde la segunda carrera. Una persona que estuvo viniendo conmigo a todas las competiciones y con la que hacía mucho trabajo mental y muchas visualizaciones también antes de salir a pista”, explica García.
Ahora, la recompensa a ese trabajo viene dada por un 2024 en el que se encuentra sumergida por completo en su nueva categoría: Fórmula 3 regional. “Es difícil, porque aunque no lo estoy haciendo mal, el problema es la edad. En agosto cumplí 24 años, así que quizás sea el momento de buscar alternativas al monoplaza”, se lamenta la piloto alicantina. Y es que aunque el sueño de la Fórmula 1 nunca desaparece del todo, diversificar comienza a ser una opción palpable y realista. “Pienso en turismos o en carreras de resistencia... Hay alternativas”, reconoce. “Eso sí, siempre, siempre, dentro del motor”.
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