sora63 //Me he tomado la libertad de, tras coger el cuerpo, narrar que volvemos para "allí".
Me parece genial. Hacedlo más. Si hay algo ya meteré un flashback. Las transiciones es lo que estamos mejorando desde Rocaumbría, que era todo lentísimo.
María, Elijah, Rachel y Pizz
Refugio de Vecna, 4AM
Entre los cuatro cargan a Milly con cuidado, su cuerpo inerte parece más pesado de lo que esperaban, y el silencio de la madrugada amplifica el crujido de sus pasos sobre los adoquines. Elijah va al frente, sujetando las piernas de Milly, mientras María y Rachel se encargan de los brazos, con Pizz cerrando el grupo, vigilante y con Rossy bien agarrada a su hombro.
Cuando llegan al lugar donde la anciana seguidora de Vecna los espera, todo parece más oscuro que antes. La puerta, al igual que la fachada, no ha cambiado, pero algo en el ambiente les hace dudar un momento antes de llamar. Rachel se adelanta y golpea suavemente. La puerta se abre casi de inmediato, como si la mujer hubiera estado aguardándolos justo detrás.
“Traedla dentro,” dice en voz baja, señalando el interior. Sin más ceremonias, les guía hacia una habitación central donde ha improvisado un altar. Es una simple mesa cubierta con un paño negro, rodeada de candelabros que proyectan sombras alargadas en las paredes desnudas. El lugar ha cambiado: ya no hay rastro de los gatos ni de los detalles que antes daban un aire cercano. Ahora todo es frío, oscuro y siniestro, como si hubiera absorbido la esencia del mismo Vecna.
“Colocadla aquí,” indica la mujer, señalando el altar. Los cuatro obedecen, depositando a Milly con cuidado sobre el paño. Cuando la anciana se acerca para examinarla, las luces de las velas titilan como si el aire se hubiera vuelto más denso.
Es entonces cuando los detalles de su rostro se hacen más evidentes: su piel cadavérica parece casi translúcida bajo la luz, sus ojos hundidos parecen pozos oscuros, y su boca, ahora abierta, revela la ausencia de dientes. El contraste con la figura que habían conocido antes es aterrador.
“Podría ser peor,” dice ella con calma, ignorando cualquier reacción en sus rostros. Luego les señala unos cojines dispuestos alrededor del altar. “Sentaos. El ritual requiere concentración.”
La mujer se coloca detrás de Milly, sus manos huesudas posándose sobre su cabeza. Un silencio sepulcral llena la sala mientras la luz de las velas se torna más tenue, envolviendo todo en una penumbra inquietante. Los ojos de la anciana se ponen en blanco, y su cuerpo parece tensarse, como si algo lo atravesara desde otro plano.
De repente, una voz emerge de su boca, pero no es la suya. Es más joven, más firme, y al mismo tiempo más aterradora, con un eco que reverbera en las paredes desnudas. La voz comienza a recitar una letanía, palabras antiguas y cargadas de poder, que resuenan como un murmullo infernal en los oídos de los presentes.
La voz que emerge de la anciana es un susurro y un grito a la vez, cargada de una autoridad terrible y resonante que parece envolver la habitación. Las palabras caen como piedras en el aire, con un eco que se clava en el pecho de los presentes:
"En el nombre de Aquel que todo lo ve y todo lo oculta,
Señor de los secretos, Guardián de la verdad olvidada,
Abrid las puertas de lo velado y reclamad lo que os pertenece.
"De las sombras traigo la carne,
De la carne invoco la chispa,
Y de la chispa, la voluntad perdida.
Que lo muerto no camine sin propósito,
Que lo que yace no despierte sin orden.”
La sala parece oscurecerse aún más con cada verso, las sombras de las velas danzando como figuras espectrales en las paredes desnudas.
"Vos que sois el ojo en el vacío,
Escuchad mi palabra, pues hablo por vuestro designio.
Levantad esta vasija rota,
Rellenadla de propósito,
Y permitid que vuelva al ciclo de la existencia.
"Pero recordad, Señor de los velos,
Que cada resurrección tiene su precio,
Y cada hilo devuelto está atado a vuestra sombra.
"Vecna, el Gran Secreto,
Marca con tu sello lo que es tuyo,
Y deja que la luz tiemble ante tu poder.”
Con el último verso, la voz se desvanece en un eco profundo, y el aire de la sala parece cargarse con una energía palpable, como si las paredes respiraran junto con ellos.
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Los ojos de los presentes se abren con asombro y un escalofrío compartido mientras observan el cuerpo de Milly transformarse ante ellos. Al principio, es sutil: un polvo casi imperceptible comienza a materializarse en el aire, como cenizas flotantes que giran en un remolino inquietantemente preciso. Las partículas se arremolinan alrededor de las zonas más dañadas de su cuerpo, como si una fuerza invisible las guiara.
La piel de Milly, antes apagada y sin vida, comienza a recuperar su textura y firmeza. El polvo se asienta en su rostro y manos, rellenando grietas y devolviendo suavidad a su tacto. Las mejillas, hundidas y pálidas, ganan volumen y una apariencia casi perfecta, aunque siguen siendo de un tono extremadamente pálido, como si la sangre apenas las tocara.
Cuando el remolino se concentra en su cabeza, la piel del cráneo brilla con un tono renovado, y, poco a poco, mechones de cabello comienzan a surgir. Primero son hebras finas y delicadas que pronto se convierten en una melena abundante y brillante, cayendo en cascada sobre sus hombros. Su cabello, ahora largo y sedoso, parece un contraste casi irreal contra su piel extremadamente pálida, como si la vida misma hubiera decidido compensar la frialdad de su rostro con un toque de magnificencia. Los dientes que había perdido vuelven a formarse con precisión inquietante, uno tras otro, hasta que su sonrisa queda completa. Incluso su dedo amputado comienza a regenerarse, creciendo desde el muñón con un movimiento lento y orgánico. Primero, el hueso desnudo aparece como una estructura frágil, seguido por músculos, tendones y piel que se forman con precisión escalofriante. Es un espectáculo tan fascinante como perturbador, y cuando el proceso termina, el dedo queda completamente restaurado, idéntico al resto de su mano, salvo por una pequeña cicatriz circular en la base, apenas visible pero imposible de ignorar.
Cuando el proceso concluye, Milly yace transformada. Su cuerpo es ahora casi una obra de arte, sus rasgos radiantes y serenos, pero su piel sigue siendo increíblemente pálida, como si estuviera hecha de mármol pulido. Cuando sus ojos se abren por un breve momento, siguen siendo color miel, pero ahora son mucho más claros y brillantes, como si irradiaran una luz propia. Sin embargo, su mirada no parece enfocar a nadie en la sala; atraviesa el espacio con una desconcertante vacuidad. Al poco, vuelve a cerrarlos, cayendo nuevamente en su profundo descanso.
La anciana, que había permanecido inmóvil durante todo el proceso, se incorpora lentamente, sus ojos recuperando su expresión penetrante.
“Dejadla descansar hasta el amanecer. En un par de horas estará lista y podréis llevarla con vosotros. Ahora marchaos. Volved al despuntar el alba para que el proceso se complete como es debido.”