Pizz, Milly, María y Bailey
Milly, María y Bailey siguen a Pizz hasta la mansión de los Helbryn. La silueta del arce en forma de tridente se recorta ominosa contra la luz de los faroles, proyectando sombras inquietantes. Las luces siguen encendidas. Solo es cuestión de tiempo antes de que la oscuridad cubra la casa por completo.
🎲
🎲
María extiende una mano con calma y susurra un conjuro, sintiendo cómo su percepción se expande más allá de la vista. No hay rastro del perro en el jardín, solo el crujir del viento entre las ramas del sauce tridente. Pero algo en ese árbol le resulta extraño, como si una presencia latente se aferrara a su madera. Un poder antiguo, difícil de definir. Dentro de la casa, el hechizo no penetra; lo que oculta permanece un misterio sin cruzar el umbral.
🎲
🎲
Mientras tanto, Pizz se desliza hasta la puerta trasera y saca sus herramientas. Con movimientos ágiles y silenciosos, trabaja la cerradura con la destreza de quien ha hecho esto demasiadas veces. Un chasquido sutil y la puerta cede.
Milly y Bailey permanecen cerca, aparentando desinterés mientras observan los alrededores. Nadie parece prestarles atención, pero la sensación de estar en territorio hostil es innegable.
🎲
🎲
(Uso de Fortuna)
🎲
🎲
Pizz se desliza como una sombra por el interior de la mansión, cerrando la puerta tras de sí con un movimiento lento y calculado. El aire dentro es más denso, cargado de polvo, madera vieja y cera de vela consumida. A lo lejos, un crujido. Se pega contra la pared, conteniendo el aliento.
La luz de un candil parpadea al doblar una esquina. La ama de llaves, en pijama, avanza por el pasillo con pasos arrastrados, sujetando la lámpara con una mano y tapándose un bostezo con la otra. Ni siquiera mira alrededor. Se detiene frente a una puerta lateral, la abre, entra y la cierra con un golpe seco. Unos segundos después, todo vuelve a quedar en silencio.
Pizz se toma un momento para analizar sus opciones.
El pasillo principal se extiende recto frente a él, alfombrado y silencioso. A lo largo de las paredes, retratos polvorientos de antiguos Helbryn lo observan con ojos hundidos y colores apagados. Si sigue por ahí, podría dar con el salón principal o la escalera que lleva al piso superior.
A su izquierda, una puerta entreabierta deja entrever lo que parece un despacho. Hay un escritorio con papeles amontonados, una pluma en un tintero seco y estanterías con libros viejos.
A la derecha, una escalera angosta asciende en espiral. La madera cruje incluso con el peso del aire, pero es el camino más directo a los dormitorios.
Más adelante, en la penumbra, un comedor amplio aparece al final del pasillo. La mesa larga aún tiene velas apagadas y restos de una comida reciente. Al fondo, dos puertas dobles probablemente conduzcan a la cocina o al sótano.
Un leve olor a humedad le indica que, cerca de la cocina, hay una trampilla que desciende a un nivel inferior. Oscuro. Frío. Tal vez una bodega. Tal vez algo peor.