Mi mujer ha entrado en la habitación con el bebé y ha cerrado la puerta. Al cabo de un rato me pega un grito diciendo que no puede abrir la puerta. Yo informo a mis compañeros de trabajo de que voy a hacer de bombero y abandono la apasionante videoconferencia que estábamos teniendo.
Intento abrir la puerta con el pomo y unos ligeros empujones. No puedo. Desmonto el bombín y compruebo que está todo atascado y no encuentro forma de echar para atrás el pestillo. Busco una radiografía por la casa sin éxito y al final termino usando una tarjeta de crédito que no uso nunca y tengo bloqueada. Me sorprende que ni por esas pueda, con tarjetas de crédito he llegado a abrir la puerta de dos de mis antiguas casas perfectamente, aunque supongo que eso tan solo habla mal de las puertas de dichas casas.
Me quedo sin ideas. Como un pasmarote me quedo mirando la puerta y entonces mi mujer dice "llama a los bomberos". Mi orgullo de macho se activa en ese preciso momento, ¿Cómo voy a llamar a los bomberos? Yo salvaré a mi hembra y a mi cría. "¡Apártate!" digo mientras doy unos pasos para atrás (dos para ser exactos, el pasillo no da más de sí en ese recodo). Me estampo contra la puerta y aunque parece no tener efecto alguno, se desconcha la pintura de los marcos y mi mujer dice "parece que has sacado la puerta un poco". Eso me da ánimos y la adrenalina no me permite notar el dolor del hombro. Le doy otro empujón y oigo un claro CRAC. Espero que sea de la puerta.
Concentro todo mi FUAAAA en mis músculos y con la tercera embestida consigo abrir la puerta. Mi mujer se lanza a mis brazos y me da un beso apasionado en agradecimiento... bueno, vale, solo me gritó "te has cargado la puerta". Efectivamente, la puerta tiene una grieta que la atraviesa de arriba a abajo y el pestillo está tirado en el suelo.
Me duele el hombro.