Asimismo, resulta patente el modo en que se afanan por
describir cada pequeño movimiento que perciben en los acusados, en
tanto que se muestran mucho más laxos al describir las acciones de la
denunciante aprestándose a buscarles justificación en cuanto perciben
que pueden poner en duda la inactividad o pasividad de la misma que
pretenden transmitir y recurren a verbos sugerentes de fuerza o
dominio tales como agarrar, tirar, sujetar... cuando describen acciones
de los acusados a pesar de que su conclusión final es la de ausencia de
cualquier fuerza o violencia; de modo que se vieron obligados en juicio
a tal cúmulo de matizaciones y rectificaciones que su informe no puede
sino ser desechado. Que afirmen que, cuando la denunciante toma el
pene de uno de los acusados y realiza movimientos masturbatorios
sobre el mismo, quizá ocurrió que lo hiciera para no perder el equilibrio
y evitar caerse es tan grotesco que hace innecesario abundar en su
consideración;
No aprecio en los vídeos cosa distinta a una cruda y desinhibida
relación sexual, mantenida entre cinco varones y una mujer, en un
entorno sórdido, cutre e inhóspito y en la que ninguno de ellos
(tampoco la mujer) muestra el más mínimo signo de pudor, ni ante la
exhibición de su cuerpo o sus genitales, ni ante los movimientos,
posturas y actitudes que van adoptando. No aprecio en ninguno de los
vídeos y fotografías signo alguno de violencia, fuerza, o brusquedad
ejercida por parte de los varones sobre la mujer. No puedo interpretar
en sus gestos, ni en sus palabras (en lo que me han resultado audibles)
intención de burla, desprecio, humillación, mofa o jactancia de ninguna
clase. Sí de una desinhibición total y explícitos actos sexuales en un
ambiente de jolgorio y regocijo en todos ellos, y, ciertamente, menor
actividad y expresividad en la denunciante. Y tampoco llego a adivinar
en ninguna de las imágenes el deleite que describe la sentencia
mayoritaria salvo que con el término se esté describiendo la pura y
cruda excitación sexual. Nada, en ninguna de las imágenes que he visto
me permite afirmar que las acciones o palabras que se observan o se
escuchen tengan el más mínimo carácter imperativo; nada, en ninguno
de los sonidos que se perciben, que resulte extraño en el contexto de las
relaciones sexuales que se mantienen. Todas ellas son imágenes de
sexo explícito en las que no tiene cabida la afectividad, pero también,
sin visos de fuerza, imposición, conminación o violencia.