Compañía del Unicornio
Bailey se pone en pie mientras los marineros vitorean, para observar cómo la nave enemiga se aleja. Desde luego, el resultado del disparo de Rachel no podría haber sido más formidable. Aunque el cuerpo de Bailey le pide acción, la mente de la joven siente cierta satisfacción por no tener que intervenir. Sin embargo, se pregunta si no le vendría bien tener algo que tirarle a la cara a alguien la próxima vez que tengan un combate como éste. Al menos tendría algo que hacer.
Un poco aturdida por el repentino cambio desde estamos hasta el cuello a esto ha sido pan comido, Bailey incluso se sorprende cuando ve a Ronan abrazar a María. Ah, sí, había olvidado que ahora tenían una relación. Quizá eso explique el pequeño disgusto que siente, como si hubiera algo equivocado en que los dos ahora estuvieran juntos... aunque difícil comprender el porqué. Cuando su amiga se acerca, Bailey no duda en sonreír y chocarle los cinco.
"¡Victoria fácil! Una pena que nuestro disfraz no sirviera de nada, tras usarlo en el templo de Mask y aquí sólo hace falta practicar el acento. ¿O quieres ser tú la que mande y yo la que te proteja? Algo así como la cuñada de Percy y su paladín, ¿qué me dices?"
"Creo que me siento más cómoda siendo tú la que mande, y yo de guardaespaldas, dama de compañía, o las dos cosas."
Con un suspiro de alivio conforme la adrenalina recede y sus ganas de ensartar gente se van con ella, Bailey observa a María bajar abajo. El huargo, curioso, asoma la cabeza, olisqueando. Puede oler la carne quemada en el aire, aunque sin saber porqué... se le antoja apetitosa. El huargo mira entonces a Bailey, como pidiéndole permiso. La amazona mira hacia el barco enemigo, y viendo que está lo bastante lejos ya, le hace un gesto al huargo para que salga. Éste sale a cubierta y se sacude antes de moverse hacia Bailey con alegría, mirando a su alrededor, disfrutando la experiencia de no estar metido en un escondrijo maloliente.
Bailey, que se abraza a su cuello, está contenta de haber ganado la batalla tan fácilmente... pero tiene una extraña sensación. Una corazonada, quizá. Siguiendo el ejemplo de King, sacude la cabeza, se aclara las ideas, y mira hacia la lejanía...