Nada hacía presagiar que el 30 de junio de 2022 pasaría a formar parte de la historia de Atapuerca. Lo que iba a ser una jornada de transición durante la campaña anual de excavación acabó con el descubrimiento de uno de los fósiles más importantes para entender de dónde venimos: la cara humana más antigua encontrada en Europa occidental. Pink, como ha sido bautizado este fragmento del rostro de uno de nuestros ancestros, vivió hace entre 1,1 y 1,4 millones de años en el territorio que hoy ocupa la sierra burgalesa.
"Pensábamos que sería un día muy relajado porque terminaba el primero de los tres turnos de estudiantes que tenemos durante la campaña. Algunos se habían marchado ya porque tenían que viajar, y estábamos ordenando las herramientas para el siguiente turno", rememora en entrevista telefónica Rosa Huguet, la investigadora del IPHES-CERCA que lidera el estudio publicado este miércoles en la revista Nature en el que describen y contextualizan a Pink.
"Sin embargo, esa mañana, uno de nuestros estudiantes, Édgar Téllez, me dijo que había encontrado un hueso en el yacimiento de la Sima del Elefante [una antigua cueva que constituye uno de los principales yacimientos del complejo de Atapuerca]. Me lo enseñó y vi que había alvéolos (los huecos en el hueso donde estaban los dientes), así que vi que podría ser un maxilar", repasa.
Inmediatamente, esta especialista en zooarqueología -experta en estudiar la relación que hay entre los animales y los homínidos de un yacimiento- empezó a comparar lo que tenía ante sus ojos con los restos que han ido encontrando en la Sima del Elefante. Por su mente fueron pasando todos los que conocía: "No me encajaban con ninguno y la verdad es que me recordaban mucho a fósiles humanos. Ya en ese momento pensé que podían ser restos de mucha trascendencia porque estábamos en un estrato con una cronología muy antigua".
A continuación, como hacen habitualmente, fotografiaron los restos fósiles, tomaron las coordenadas del lugar exacto en el que aparecieron y los extrajeron para llevarlos al laboratorio: "Salimos del yacimiento esa mañana pensando que, con un 95% de probabilidad, habíamos encontrado un resto humano, pero faltaba que los paleoantropólogos del equipo lo confirmaran".
Esa misma tarde, María Martinón-Torres, directora del Centro Nacional de Investigación sobre la Evolución Humana (CENIEH), y José María Bermúdez de Castro, por entonces responsable de Atapuerca junto a Juan Luis Arsuaga y Eudald Carbonell, examinaron en el laboratorio los fragmentos encontrados. "Ellos nos confirmaron que teníamos un fósil humano, un fragmento de cara de la parte izquierda", afirma Rosa Huguet, que junto a Xosé Pedro Rodríguez-Álvarez, también profesor de la Universitat Rovira i Virgili (URV), coordina la excavación e investigación en la Sima del Elefante.
Un yacimiento se divide en niveles o estratos -piense en un sándwich con varias capas-, que se van excavando de forma sistemática y con mucha paciencia. Pink apareció en el estrato o nivel número 7 (TE7) de esta antigua cueva.
También en la Sima del Elefante, pero dos estratos más arriba (en e o TE9), encontraron en 2007 otro fósil muy importante: una mandíbula parcial (llamada ATE9-1), con una antigüedad de 1,1-1,2 millones de años que fue atribuida a Homo sp. (lo que significa que pertenece al género Homo pero sin precisar la especie). "Estamos seguros de que esa mandíbula que apareció en 2007 no pertenecía al mismo individuo del que hemos encontrado ahora el fragmento de cara, porque en medio hay un estrato con una composición diferente, pero es posible que ambos pertenecieran a la misma especie", propone Huguet.
La cueva de la Sima del Elefante, aclara esta científica, no se usaba como campamento, pues era demasiado profunda, fría y húmeda para que nuestros ancestros se plantearan vivir allí: "Los restos humanos, animales y de herramientas de piedra que estamos encontrando entraron desde el exterior por una gran grieta que hay en la parte superior del yacimiento. Por ejemplo, descarnaban a un animal y luego, por la escorrentía del agua, se arrastraban los restos al interior de la cueva".
Formalmente, este fragmento facial ha sido bautizado como ATE7-1 (porque se encontró en el estrato 7), pero le han puesto un apodo más pegadizo: "El nombre de Pink se le ocurrió a Eudald Carbonell, por el disco de Pink Floyd La cara oculta de la Luna ", cuenta por teléfono José María Bermúdez de Castro. "A mí me pareció bien porque es un grupo de nuestra época, y somos unos carrozas. Pero sobre todo, porque pink significa rosa en inglés, y Rosa Huguet ha sido la gran artífice de este hallazgo junto a Xosé Pedro Rodríguez-Álvarez".
Comenzaron entonces casi tres años de intenso trabajo centrados en tres aspectos. En primer lugar, la búsqueda de más huesos de Pink o de otros individuos de su especie en la capa en la que apareció, algo que no han logrado, pues de momento no ha aparecido ningún otro resto.
Por otra parte, hicieron la reconstrucción de los restos fragmentados. La restauradora Elena Moreno recompuso y unió los trozos de la cara, mientras que Elena Santos se encargó de la reconstrucción digital en 3D. Trabajaron de forma independiente y ambas llegaron al mismo resultado.
Paralelamente, analizaron e interpretaron el hueso para ubicarlo en el árbol de la evolución humana, comparándolo con otros fósiles humanos muy antiguos, tanto de Atapuerca como de otros yacimientos.
Las caras humanas más antiguas de Europa -y en general, de fuera de África- fueron encontradas en Dmanisi (Georgia) a principios de siglo. Se estima que tienen 1,8 millones de años de antigüedad y son atribuidas a Homo erectus, una especie con rasgos muy arcaicos. Hay que subrayar también que en España, en concreto en el yacimiento de Barranco León, en Orce (Granada), se descubrió un diente humano infantil, con una antigüedad similar a Pink, es decir, de hasta 1,4 millones de antigüedad.
En la colección de Atapuerca, Pink se ha comparado con elHomo antecessor,una especie única de la sierra burgalesa que vivió hace unos 850.000 años, y cuyos restos se encontraron en 1994 en el yacimiento de la Gran Dolina, a unos 300 metros del lugar donde apareció hace tres años la cara humana. "Uno de los temas que queríamos averiguar era si Homo antecessor podía llegar mucho más atrás en el tiempo, y nos faltaba con lo que comparar", explica Bermúdez de Castro. Sin embargo, han descartado que Pink fuera un Homo antecessor, "pues éste tiene una cara moderna, muy parecida a la nuestra, mientras que Pink tiene una cara más parecida al Homo erectus".
Una de las cosas que más le sorprendió al examinar a Pink, un individuo adulto, es que no tenía soporte óseo para la nariz, lo que significa que tendría una nariz muy chata. "Para mí es claramente un rasgo de antigüedad. Y si algún día se reconstruye la cara de Pink lo veremos muy chato". De momento, el equipo ha considerado que los restos encontrados son insuficientes para hacer una recreación del aspecto que podía tener. "No podemos inventárnoslo", señala.
El fósil de Pink tiene una datación de entre 1,1 y 1,4 millones de años, aunque Bermúdez de Castro apuesta por que está más cerca del 1,4 millones de años que del 1, 1 millones. Se trata, en cualquier caso, de un homínido significativamente más antiguo que el Homo antecessor, lo que sugiere que pertenece a una población que llegó a Europa en una oleada migratoria anterior a la de H. antecessor. "La Península ibérica es casi una isla, y aquí se desarrollaron cosas muy particulares. Homo antecessor también tiene cosas muy singulares", señala.
¿A qué especie perteneció entonces Pink? Aunque el equipo que firma este trabajo, compuesto por una treintena de investigadores, propuso al inicio meterlo en el cajón del Homo erectus -pese a que tiene algunos rasgos más modernos que los cráneos georgianos de Homo erectus de hace 1,8 millones de años-, al final lo han atribuido provisionalmente a Homo aff. erectus, que significa que tiene afinidad con Homo erectus. "Si se encuentran otros restos, ya sea en Atapuerca o en otros yacimientos europeos, podríamos proponer una nueva especie", dice Bermúdez de Castro.
El estudio publicado en Nature confirma, por tanto, que Europa occidental estuvo poblada, al menos, por dos especies diferentes de homínidos durante el Pleistoceno inferior. "Ahora sabemos que antes de Homo antecessor había en Europa occidental otra especie que desconocíamos", afirma Rosa Huguet. Lo que no pueden confirmar ni descartar, por falta de pruebas, es si Homo antecessor y Homo aff. erectus llegaron a coexistir en Atapuerca.
De lo que no hay duda es de que Pink es una pieza clave para entender la evolución de los homínidos en el continente europeo durante una etapa histórica de la que se conservan pocos fósiles en buen estado. "Es un fósil muy llamativo, uno de los más importantes que hemos encontrado en Atapuerca", valora Bermúdez de Castro. "Yo diría que es un hallazgo muy importante para el continente europeo, porque es la cara humana más antigua del oeste de Europa, y caras humanas se han encontrado muy pocas en el mundo, hay sólo cuatro o cinco. De hecho una época tan antigua como la de Pink no hay casi nada, así que nos costó un poco elegir con qué compararlo".
El paleoantropólogo matiza, no obstante, que en el contexto de la evolución humana mundial, hay hallazgos en África que están en un nivel muy superior como la Australopithecus Lucy, de Etiopía, "que marcó una época", al que siguieron otros descubrimientos posteriores muy relevantes como el niño de Turkana, en Kenia.
Pero además de la cara humana, resalta Huguet, otro asunto muy destacado de la investigación que publican este miércoles es que han podido reconstruir el entorno en el que vivió este ancestro humano, cómo era el paisaje y qué comían. El hallazgo de herramientas de piedra construidas por el grupo de Pink eran muy básicas pero útiles, y revelan que se las apañaban bien para aprovechar la carne de los animales que cazaban.
"Por los restos de polen y de animales, sabemos que vivían en un entorno con praderas, pequeños bosques y grandes masas de agua, pues hemos recuperado restos de hipopótamos, castores, águilas pescadoras y otros animales que necesitan agua para sobrevivir. También había jabalíes, ciervos, caballos o bovídos. Sabemos, además, que había especies muy mediterráneas como el avellanero, así que era un clima húmedo pero templado. Hacía menos frío que ahora y llovía más", resume Huguet, muy satisfecha de que en este estudio hayan participado muchos colegas de disciplinas diferentes.
"Espero que se encuentren más restos de la especie de Pink en los próximos años", apunta Bermúdez de Castro. Para él y para Eudald Carbonell, recientemente jubilados, éste ha sido su último gran descubrimiento de Atapuerca -Juan Luis Arsuaga continúa como uno de los responsables del complejo-. "Con Pink se está abriendo una nueva página en la evolución humana de Europa, y este es el legado que hemos dejado a nuestros compañeros, que ahora tienen que ir completando con nuevos descubrimientos".
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