A Rachel le costaba fumarse el porro que les intentaba hacer tragar Bailey y había salido de la bodega sin dar opción a que los demás tuvieran derecho a réplica.
Entre sus parcas palabras y esos arranques de caballo que le daban, la comunicación con ella resultaba incómoda y torpe.
KatamariRoller "No parece que tengáis las ideas muy claras. A estas alturas, ya deberíais entender de qué va la cosa, así que dejad que os ilumine."
KatamariRoller "Estamos en este mundo porque Selûne, la diosa de la luna, nos ha traído aquí utilizándome a mí como conducto. O como conductor. Puede que ambas cosas, aunque yo francamente no tengo ni puta idea de cómo lo he hecho." Bailey, que no está acostumbrada a decir palabrotas, ni siquiera pestañea al hacerlo ahora. "Selûne es, por lo que sé y he podido leer, una diosa de las buenas. Misericordiosa y justa. Lo que nos lleva a esto."
Las palabras de Bailey resuenan en su cabeza.
Las ideas de Rachel estaban muy claras, igual que cuando María atacó a Elijah, a sus compañeros no se les atacaba y mucho menos a muerte. Bailey había cruzado una linea roja que no debía cruzarse, eso no tenía disculpa, al menos, no para ella.
En cuanto a Selune... Que ella supiera, no había tenido prueba de la existencia de Selune en el tiempo en que llevaban allí y le importaba tres pepinos si Selune o Bailey era el único conducto para volver a casa, no iba a aceptar ningún tipo de chantaje para tener carta blanca por parte de ningún compañero de grupo.
En lo que a ella respecta, dioses buenos y malos, no había, Vecna era la única que les había ofrecido una solución al tema de Milly, mientras el sacerdote de Lathander hablaba de darle matarile y la paz eterna. Así que esa tal Selune igual era del mismo bando que Lathander, mucha luz, mucha misericordia, pero búscate la vida mientras os vamos poniendo una soga más al cuello. Así que igual que Selune, quizá había otros dioses u otras formas de volver a casa que no implicaran tener que plegarse a hacer solamente el bien mientras les dan por culo de todas las formas posibles.
Su problema con Elijah, ya venía de largo y sabía perfectamente que Elijah no sabía que le pasaría eso al alma de Milly al cortarle el dedo. Que era un pendenciero ya lo sabían, pero jamás hubiera atacado a Bailey como ella lo había atacado a él, a muerte. Ahora no lo tenía tan claro. Ella había abierto una brecha que no se iba a cerrar y eso era un problema para todos. Sin confianza, el grupo estaba sentenciado. Lo del templo de Mask fue una gilipollez, pero consideraba que el temperamento de Elijah aún era manejable, respondía a un razonamiento, el de Bailey era impredecible, caprichoso y según le diera el viento y no solo con desconocidos, su individualismo, su escasa comunicación con el resto y su afán por separarse del grupo a cada ocasión, la hacían desconfiar de ella continuamente.
Para Rachel, Elijah era la pieza del grupo que se atrevía a tomar las decisiones difíciles y moralmente cuestionables cuando ellos dudaban. Un mal necesario que tenía claro que tenía todo el derecho a regresar a Innisport como cualquier otro.
La mención de la agresión sexual casi la hace reír, ni siquiera tenían pruebas sobre eso, pero oye, si cuela, cuela.
No era Elijah el que los estaba arrastrando a la oscuridad como Bailey decía, era este propio mundo cruel, salvaje y despiadado en el que no se sobrevivía con palabras bonitas, coches rosas, mansiones y unicornios que vomitaban arcoiris, el viraje de Rachel se había producido esa misma mañana aceptando que a veces tendrían que elegir entre su vida o la de los demás, que eran mercenarios y no niños de instituto y que Selune no le iba a meter un disparo entre ceja y ceja al primer desgraciado que intentara violarlas en un camino, pero Elijah, sí.
Si lo que Bailey pretendía es que eligieran entre Elijah y ella, se estaba metiendo en un jardín del que no saldría bien parada, cualquiera que intentara chantajearla amenazando con no volver a casa si no cumplíamos sus deseos y caprichos, estaba fuera para ella.
Así que ya podía darse prisa en entregar el paquete y quedarse con su recompensa porque le iba a hacer falta el dinero para volver a casa sola.