Kuga Lo mismo con el caballo y ahí están los de proyecto hombre sisi
Es cuestión de voluntad, no tiene más.
JimmyLee Sí, tienes razón. Yo cuando salgo a correr dándole caña a lo mejor estoy 45' a 165-170 pulsaciones, que ya dan para llegar caliente a casa, y la aplicación me dice que he gastado unas 800kcal (es una estimación pero creo que no va desencaminada). Si llego a casa y me como una pizza ya son esas 800kcal.
Una dieta sólo se sigue cuando sufres. Toda la gente incapaz de seguir una dieta durante tiempo prolongado es porque no sufre. Va al gimnasio -los que van- pero va de chill. Hace su cosilla, mira su teléfono móvil, hace su cosilla, descansa. En resumen, va al gimnasio, pero no va a sufrir, no va a pasarlo mal. No quiere tener sensaciones incómodas como que te falte el aire, o casi marearte por llegar al límite e irte absolutamente destrozado. Lo sé porque mi experiencia en el gimnasio ha sido ésa y casi todo el munod que va, va para hacer sus cosas e irse, pero poca gente va para dejarse allí la vida.
La diferencia entre lo primero y lo segundo es que lo segundo duele muchísimo más, y te afecta psicológicamente mucho más. Luego, cuando estás en tu casa a solas, sin nadie que te diga "aguanta, no te comas esa magdalena", o "aguanta, no te pidas una pizza", no hace falta que nadie te convenza, porque solo los recuerdos de vietnam del gimnasio, el palizón que te has pegado, lo que has sufrido, te viene a la mente y son el recordatorio PERFECTO para que se quiten todas las ganas. Te recuerdas a ti mismo por la tarde en el gimnasio, ese mismo día, lo que te has hecho , y automáticamente, instantáneamente, lo único que te viene a la cabeza es esto: "Una POLLA he pasado yo las de Caín que todavía me estoy acordando como para tirarlo todo a la basura comiéndome esto". Y así, una dieta es infinita.
Yo antes de estar en el gimnasio estuve 1 año haciendo xfit. El xfit al que iba era particularmente duro porque lo llevaba un militar y ha sido el año -deportivamente hablando- más duro que pasé en mi vida. Algunas de las cosas que hacíamos eran auténticas barbaridades a nivel cardiovascular. Los días más suaves, simplemente te ibas reventado a tu casa. No reventado de gimnasio; reventado de cario. Mareado, con náuseas, con un bajón en el cuerpo como si tuvieras la gripe. Llegabas a tu casa vestido, no te quitabas nada, te tirabas en la cama y te quedabas muerto hasta que pasaba media hora y tenías cuerpo para volver a moverte. Los días malos, literalmente veías a alguna gente parándose para vomitar o tirándose en los bordillos porque no podía respirar.
Cuando llegas a tu casa estigmatizado por eso, todavía con el mal cuerpo, todavía con el recuerdo lúcido y perfecto de todo por lo que te acaban de hacer pasar, de como no podías respirar, de esa sensación asquerosa de cuando la boca te sabe a una mezcla rara de sangre y hierro y la sensación rarísima que no se la deseo a nadie de cuando los pulmones te queman,; cuando te pasa eso, no existe NADIE en el mundo que se salte la dieta.