Al templo se va no por vanidad, sino por redención Porque el hierro no miente, el hierro purifica. Aquí no hay milagros, hay series y repeticiones al fallo.
El templo no perdona, no se entra por fe, sino por culpa. Cada visita es un acto de penitencia, sudas lo que procrastinaste, levantas lo que negaste, y corres para huir de ti mismo… aunque no lo suficiente.
No hay sermón, solo series. No hay redención divina, pero sí agujetas que te hacen reconsiderar tus decisiones vitales. Aquí no se reza, se grita en silencio. Se sufre, se suda, se paga. Porque en este templo no se absuelven pecados… se queman.
Luchas contra ti mismo, contra tus pecados y en soledad.