Todos
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Thorian lo capta antes que nadie. Los cuchicheos. Las miradas que duran un segundo de más. Ese cambio en el aire que solo anuncia una cosa: atención que ya no conviene.
Así que hace lo que mejor se le da: improvisar.
Con gesto amplio, se inclina ante una anciana encorvada que a duras penas sostiene una cesta de cebollas.
"¡Honrad a esta mujer!" proclama Thorian, alzando una mano dramáticamente hacia la anciana del cesto de cebollas.
"¡Ella sí luchó contra los muertos, armada solo con una cuchara de madera y una fe indestructible!"
La risa estalla entre los curiosos, pero algunos ya la miran con admiración renovada.
Uno murmura:
"¿No dijo Verbal algo sobre una elegida?"
Otro asiente con gravedad exagerada.
"Sí… que Ilmater la había señalado. O algo así."
"¿Y si es ella? ¿Y si debe quedarse con la capilla?"
"¡Pues claro! ¡Mírala!", responde uno con entusiasmo creciente, mientras la anciana alza su cuchara sin comprender del todo, aunque empieza a sonreír por reflejo.
"¡La nueva guardiana! ¡La cuchara de la fe!"
En cuestión de segundos, la multitud empieza a corear su nombre sin saberlo del todo, mezclando cebollas, bendiciones y algún que otro “¡Milagro!” mal encajado.
Y mientras la plaza se llena de absurdos, la Compañía del Unicornio aprovecha la confusión para desvanecerse entre los callejones.
Cuando alcanzan la vista de las murallas, ya la plaza ha vuelto a su bullicio lejano.
Entonces suenan las campanas.
No muchas. Solo tres toques.
Los dos guardias de la puerta se miran. Uno se rasca la cabeza.
"¿Eso era la señal para cerrar la puerta o para sacar los taburetes del concejo?"
El otro entrecierra los ojos, pensativo.
"Podría ser la de 'ha llegado alguien importante'. O la de 'corred que se acerca una turba'."
"¿Y si es la de 'todo está bien pero disimulad'?"
"Ah, la famosa tercera campana confusa."
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Ambos se encogen de hombros, y uno saca una jarra. Deciden no cerrar nada.
Y así, con los guardias ocupados en sus prioridades. la Compañía del Unicornio cruza las puertas sin oposición.