A Bailey la preocupa un poquito la discusión, pero más la enfada la actitud de Thorian. Ésta no era una discusión baladí como para ponerse en plan es que no os coordináis nunca o algo así. Incluso le parecía sospechosa esa falta de paciencia, como si tuviera unas prisas raras o algo.
"Bueno, vamos a ver, al final todos seguiremos teniendo armadura. Es sólo que es importante que yo tenga la de Verbal, y una de las demás es un poco mejor. Tampoco perdamos los papeles por ello. Además, vamos a estar los tres en primera línea, apoyándonos mutuamente, y si alguien es herido retrocederá, y ahí estaremos María y yo listas para curaros. Aquí nadie sale perdiendo, y el grupo sale más fuerte que cuando entramos en la guarida del liche."
Tras tomar la armadura de Verbal, Bailey se la pone y se la ajusta. Curiosamente, le resulta extremadamente fácil ajustársela. Más incluso que con la que solía tener. Se estira, gira la cadera derecha, gira la izquierda, gira los brazos... y sonríe. De camino afuera, Bailey se pone junto a Ronan y le da un apretón en el brazo lento y suave, sin prisas, soltándolo cuando llegan ante Thorian y los recién llegados.
Decidiendo que es mejor dejar que la líder hable, Bailey sencillamente apoya la punta de su espada en el suelo mientras la mantiene en su lugar con una mano sobre la empuñadura, y pone su otra mano sobre su cadera. Está de buen humor, a juzgar por su sonrisa, aunque no puede evitar preguntarse cómo de buena será la recompensa que les dará la ciudad...