Rachel
Rachel se aferra a Hollín como puede mientras levanta su guitarracha. El caballo se mueve bajo ella, dificultando cada gesto, y la primera nota casi se rompe antes de nacer. Pero respira hondo. Ajusta las manos. Y toca.
La melodía tiembla un instante… luego se afirma, clara y cálida, extendiéndose sobre el grupo como un pulso de aire fresco. No es una pieza perfecta, ni fuerte, ni larga, pero basta.
Inspira. Sostiene. Y devuelve fuerzas a quienes aún siguen luchando.
El gnomo Bori, encaramado sobre su fiel Epírocles Tercero, sonríe con una mezcla de terror y emoción. Cuántas noches había soñado con esto: ser un héroe, un aventurero de verdad, parte de una compañía digna de canciones. Y míralos ahora… Elijah sangrando en el barro, Pizz caído a su lado, los lobos cerrando el círculo.
"Eso", decide Bori, "no puede terminar así."
Hunde la mano en su chaleco y saca un artefacto metálico del tamaño de un melocotón: una bomba gnómica, pero de un tipo especial. No es redonda, sino facetada, como un pequeño poliedro; pulsos azulados recorren sus aristas, y un mecanismo interno zumba con una energía contenida que sólo un gnomo temerario consideraría estable.
"Vamos, Epírocles… por la gloria de nuestra futura balada", susurra.
El poni tiembla, pero obedece.
Bori alza el brazo, apunta con una precisión que jamás había demostrado en nada importante…
y lanza el artefacto describiendo una curva perfecta hacia los lobos que amenazan a sus compañeros.
Daño a lobo A: 2, 6, 2, 1, 1, 6 → 2 puntos de vida. Muerto.
Daño a lobo B: 6, 4, 4, 5 → 4 puntos de vida.
Daño a lobo C: 2, 2, 4, 2 → 1 punto de vida.
Valentía de lobo B: 1, 2. Fallo. Paralizado.
Valentía de lobo C: 3, 5. Éxito.
El artefacto impacta en el suelo con un chasquido seco y, durante una fracción de segundo, nada ocurre.
Luego estalla.
Una llamarada azulada, extrañamente silenciosa, se expande como una flor de fuego puro.
El lobo más cercano no tiene tiempo ni de aullar: arde por completo, envuelto en un fulgor etéreo que consume piel, músculo y hueso hasta dejar sólo un montículo de ceniza húmeda.
Los dos lobos colindantes también quedan atrapados en la llamarada nacarada. Uno cae de inmediato, moribundo, con el costado ennegrecido y la respiración rota. El otro retrocede tambaleante, apenas chamuscado, con el pelaje humeante y los ojos desorbitados por el dolor y la sorpresa.
Epírocles Tercero relincha de pánico; Bori, con el pelo erizado por el retroceso mágico, sólo alcanza a murmurar:
"Por todos los engranajes sagrados… ¡ha funcionado!"
King se revuelve con una agilidad casi imposible para una criatura de su tamaño, impulsado por el dolor y la furia. El huargo gira sobre sí mismo en un latigazo de músculo y barro, y lanza sus fauces hacia la cabeza del lobo más cercano.
Ataque: 5, 4. Éxito.
Daño: 6, 3, 4, 5, 6 → 5 puntos de daño. Muerto.
Los colmillos de King se cierran con un chasquido brutal. Un segundo después, la cabeza del lobo cuelga, arrancada de cuajo, atrapada entre sus mandíbulas como un trofeo salvaje. El cuerpo decapitado cae en el barro con un golpe sordo, mientras King ruge de triunfo con la presa aún goteando sangre entre los dientes.
Bailey alza su lanza y la deja caer con fuerza sobre otro de los lobos.
Sin embargo, solo logra perforar el aire.
El rostro de Thorian se endurece, como si una máscara se astillara desde dentro. Ya no queda rastro del bardo despreocupado, ni del aventurero que siempre encontraba un chiste para desafiar al peligro. Lo que asoma ahora en sus ojos es otra cosa. Algo más oscuro. Más antiguo.
Ver a Hollín agonizando —las patas temblorosas, la sangre mezclándose con el barro— despierta en él una chispa que no tiene nada que ver con la ira ni con el miedo. Es una sombra fugaz, un destello negro que cruza su mirada y deja tras de sí una sola certeza:
Alguien va a pagar por esto.
Clava las botas en el flanco herido de Hollín para afirmarse mientras el caballo rota con un quejido. Tres lobos siguen pegados al animal, resbalando sobre su sangre. Thorian los mide con una precisión fría, instintiva.
Porque él no es solo un trovador itinerante.
Es escaldo.
Embajador.
Guerrero.
Y —aunque nadie aquí lo sabe— antiguo líder de la milicia de Cuna de Luz.
Sabe exactamente lo que debe hacer. Necesita librarse de dos de esos lobos. Rápido. Antes de que Hollín caiga.
Ataque: 4, 2. Éxito.
Daño: 3, 5, 5, 1, 5, 5 → 5 puntos de daño. Muerto.
El primer lobo cae partido en dos.
Ataque: 6, 3. Éxito.
Daño: 6, 1, 3, 5, 6, 1, 1 → 4 puntos de daño. Muerto.
El segundo también cae presa de su filo.
Valentía de Hollín: 6, 4. Éxito.
Espoleado por la lealtad de su amo, Hollín hace de tripas corazón y consigue librarse del miedo que le produce el lobo feroz pegado a sus cuartos traseros, alejándose con Thorian y Rachel a sus lomos.
