Hubo muchos videojuegos que no brillaron cuando les tocaba, pero que con el tiempo terminaron iluminando el camino para otros. Verdaderas joyas olvidadas que solo años después empezaron a recibir el reconocimiento que merecían. Así que es nuestro deber social y moral desenterrar otra de esas gemas olvidadas. Pero antes… dejad que os cuente una historia. Una historia sobre Shadowrun, el heredero chamán y fumeta de Blade Runner.
¡El primer videojuego donde hackear era literalmente un minijuego dentro del juego!
En Shadowrun podías conectarte a la Matrix (sí, antes de que existiera esa película de las Wachowski que plagia y plagia sin parar y aún no la denuncian como es debido), y cuando lo hacías, el juego cambiaba por completo: pasabas a una vista isométrica con estética digital donde tenías que luchar contra programas, esquivar cortafuegos y navegar por nodos para robar información o abrir puertas en el mundo real.
O sea, te metías en una Internet distópica con tu cibercerebro y peleabas contra antivirus con hechizos y pistolas virtuales. Muy Johnny Mnemonic, muy Neuromante, y totalmente flipante para la época.
Un domingo cualquiera, con la mesa llena de dados, snacks baratos y folios llenos de garabatos, un grupo de frikis roleros decidimos darle una oportunidad al videojuego del juego de rol Shadowrun... y, a ver, esperábamos vergüenza ajena, porque mezclar El Señor de los Anillos con ciencia ficción oscura y neones suena como echar ketchup al sushi. Pero, sorpresa, como suele pasar con estas combinaciones locas: ¡estaba genial!
El juego juntaba mundos decadentes llenos de neón, orcos, magos y hackers en gabardina. Era como si Philip K. Dick se hubiese liado borracho con Tolkien y luego el hijo drogadicto e hiperactivo se les cayera por las escaleras. Glorioso, dadnos más.
Pasó sin pena ni gloria en su época, eclipsado por RPGs más coloridos y gritones. Pero ahí estaba, con su atmósfera oscura, ese rollo futurista lleno de magia y un estilo “cine de madrugada mientras se fuma porros”.
La música del Shadowrun de SNES es un joyón synthwave sin saberlo
Compuesta por Marshall Parker, tiene temazos que hoy en día parecerían sacados de un disco de Perturbator o Carpenter Brut. Oscura, electrónica, con ese rollito cyber-noir. Ponerte esa música de fondo mientras escribes un módulo o paseas por la ciudad de noche = planazo.
Y eso, amigos, me llevó a redescubrir otro clásico aún más salvaje, uno que merece una estatua con luces LED y música de sintetizador:
Flashback. Una obra maestra que destila esencia Blade Runner en estado puro. Un juego de 1992 que se queda corto con los elogios que debería recibir.
A menudo lo confunden con una secuela de Another World, ese título independiente, silencioso pero revolucionario, que cambió el panorama de los videojuegos. Aunque no formen parte de la misma saga, comparten alma, lenguaje visual y espíritu artístico.
Juegos como Limbo, Inside, Abe's Oddysee, e incluso joyas más contemplativas como Journey o Shadow of the Colossus deben muchísimo a Another World. Fue, sin exagerar, el abuelo espiritual del videojuego indie moderno. Y Flashback no le va a la zaga, sino que es incluso SUPERIOR.
Flashback tomó esa antorcha, la alzó más alto y la convirtió en una experiencia más grande, más compleja y más gloriosa. Porque Flashback fue, sin igual, el videojuego que quiso ser Blade Runner y terminó siendo aún más molón.
Pese a su mala fortuna para obtener la fama que merecía, porque hay juegos que nacen como joyas pero que, por culpa del destino, los colores chillones de los 90 y un par de carátulas feas, acabaron enterrados bajo montañas de cartuchos de fútbol y erizos azules.
Flashback no es solo un juego, es EL JUEGO que iba 30 años por delante de todos. Fue uno de esos juegos que saltó a muchísimas plataformas, especialmente en los 90, para que más gente pudiera disfrutarlo.
Es como una película de ciencia ficción que puedes jugar, que te lanza sin avisar a una jungla pixelada, sin memoria y con la ligera sensación de que el gobierno quiere verte muerto.
Aquí controlas a Conrad B. Hart, un agente que descubre que unos alienígenas están haciéndose pasar por humanos (muy a lo Invasores de cuerpos), pierde la memoria y tiene que recomponer su vida, su identidad y, de paso, salvar al mundo. ¿Poca presión? Tranqui, lo hace todo en vaqueros y camiseta ajustada. Porque Conrad es así de macarra. Y esto tiene un eco a THEY LIVE, de Carpenter, que no puede con él.
Olvídate de machacar botones a lo loco. Aquí se juega despacito y con cuidado. Plataformas de precisión, puzzles que te hacen sudar la neurona, y enemigos que no perdonan ni un fallo. Los movimientos son tan realistas que parece que el tipo va al fisio entre salto y salto. Y es que… ¡todo está animado a mano con rotoscopia, como en Another World! Es decir, dibujaron personas reales fotograma a fotograma. Como en Prince of Persia, pero con menos turbantes (bien) y más pistolas láser (mejor). Flashback no es un “dispara y corre”. Es un juego para pensar, observar y sumergirte en un universo donde nada es lo que parece y todos esconden secretos.
¿Te mola Blade Runner? ¿Te encantan los futuros con luces de neón que no esconden tristeza existencial? Pues este es tu juego. Habla de memoria, identidad, paranoia y alienígenas con mala leche. Sus escenarios parecen sacados de un cómic europeo: oscuros, detallados y preciosos. Moebius fue una de sus influencias, por ejemplo. Tiene más alma que muchos juegos actuales con presupuestos de locura.
Tal como he dicho, mucha gente piensa que Flashback es como el hermano artístico o primo perdido de Another World, ese clásico que inventó la narrativa indie sin querer en los 90. Durante mucho tiempo la cultura popular lo consideraba prácticamente su secuela. Pero como podéis ver en los vídeos, esto es incluso mejor.
Y por si fuera poco:
¡El juego fue desarrollado en una época en la que su creador, Paul Cuisset, ni siquiera tenía una historia clara al principio!
Comenzaron trabajando en la jugabilidad y el motor gráfico ¡y la trama vino después! Un caos creativo del que salió una obra maestra.
Si no existiera Flashback, probablemente no tendríamos joyitas como Limbo, Inside, Journey o Shadow of the Colossus. Todos beben con sorbete retro de esta fuente pixelada a la par que del Another World. Son los padrinos mágicos que lograron causar un milagro creativo.
Flashback es prácticamente una peli de culto ochentera, en forma de cartucho de 16 bits y el pionero del “cine jugable” antes de que fuera tendencia. Un clásico que aún hoy da lecciones de estilo, ritmo y narrativa.
Tuvo secuelas: una en 3D que pasó sin pena ni gloria (Fade to Black), un remake en 2013 que generó opiniones encontradas, y una secuela oficial en 2023. Pero el original… ese es al que hay que venerar.
Si sabes que los videojuegos pueden ser arte, si te mola más un buen misterio que una explosión cada dos segundos, o si simplemente te flipa Blade Runner y quieres jugarlo en 2D con pistola láser, este es tu juego.
Y si ya lo jugaste… dale otra vuelta. Como los buenos discos, las pelis de culto o esos memes rarísimos, cuanto más lo visitas, más joya se vuelve.
Ah, sí, y otra curiosidad muy cañera: Flashback entró en el Libro Guinness como el juego más vendido de la historia durante años
Sí, aunque hoy se le recuerda como una joyita de culto medio olvidada, en su momento fue un auténtico bombazo. Flashback vendió más de 500.000 copias en su primer año (una locura para la época) y se mantuvo en los rankings de ventas durante meses. ¿Lo merecía o no? La respuesta está clara.
Los videojuegos son arte pixelado, jugable y palpitante… y bajo cada cartucho polvoriento puede esconderse una obra maestra esperando su bis.
Hay que seguir desenterrando obras maestras.