Zsadist
Zsadist tomó las cuchillas, las giró entre las manos y dejó escapar un gruñido. El destello de las hojas le arrancó una media sonrisa, afilada y terrible.
"V, no soy de discursos… pero gracias" —murmuró, inclinando la cabeza. En él, ese gesto valía más que cualquier abrazo.
Fue entonces cuando Rhage abrió la boca.
Zsadist resopló, encajando las cuchillas en el cinto, y lo miró de reojo con sorna.
"¿Quieres saber por qué no te he contado nada, Hollywood? Porque estabas demasiado ocupado metido en tus furcias como para notar lo que pasa a tu alrededor."
Sus dedos tamborilearon contra la mesa con un ritmo seco, mientras su voz se volvía más grave.
"Hace meses que tengo pesadillas… y no son solo sueños. Me despierto con marcas en la piel: quemaduras, cortes. Señales que solo pueden venir de una persona. Y no me pasaba desde que Phury me sacó de aquel agujero hace más de un siglo. Creo que está cerca. Intentando meterse en mi cabeza otra vez."
Se echó hacia atrás en la silla, a punto de soltar esa perra, pero al cruzarse con los ojos de Beth apretó la mandíbula y rectificó su tono habitual.
"Esa mujer… es una Sympath. La misma que me encadenó cuando era un crío y dejó que me pudriera por un siglo."
Se inclinó hacia delante, la voz transformada en un gruñido ronco.
"Ha llegado la hora de cobrar la deuda. Si no hay trabajo para mí esta noche, bajaré al Zero Sum. Rehvenge siempre sabe más de lo que admite, y con un poco de presión, quizás suelte algo."
Después sonrió con frialdad, sin mirar a nadie en particular, como si ya paladeara el momento.
"Y cuando la encuentre… voy a abrirla en canal con este regalo de Vishous. Y juro que antes de que muera va a saber lo que significa pudrirse de verdad."