Sabeis eso de los futbolistas sin cabeza que de repente con 17 años tienen mucha pasta, y se les va la pinza de manera que se pierden y terminan sin ser lo que parecía que iban a ser?
Pues hemos descubierto que puede pasar lo mismo con el padre, con 38 tacos y con un ego más grande que cualquier futbolista de 18 años flipado.
Aunque mirándolo bien, a ver si eso hace que su hijo no tenga tiempo para gilipolleces y se centre en el futbol, y de las malas decisiones y las tonterías excéntricas que se encargue el padre y así tenemos al otro centrado. Subcontratar las tonterías que traen el futbol en otras personas es el futuro.